Un
animal doméstico, un amigo fiel, un descuido desastroso, un compañero leal.
Tantas cosas pudieran decirse de los perros, muchos son los testigos que dan fe
del compromiso, la entrega de los canes a los seres humanos; un vínculo que
para muchos es más bien caprichoso, aunque para otros es tan real como el amor de
un familiar.
Marcos
amaba a su perro, y pudiera dar fe de que el amor era mutuo, por eso no perdió
tiempo y corrió en busca de leche tibia al ver a Obby cabizbajo, apenas rozando
la taza de agua vacía y el plato de comida volteado al otro extremo cuyas
iniciales desgastadas por el sol murmuraban O-Y desde lo lejos.
Marcos
sabía que muy a pesar del entusiasmo de su mascota, Obby también esperaba a
cambio gestos traducidos en abrazos explosivos y exclusivos como el movimiento
de la cola o un salto inofensivo, pero bien calculado, sobre el regazo de su
amo, gestos que en su ausencia jamás recibió.
Marcos
se aproximó sudado e inhalando el vapor de la leche, Obby seguía inmerso en la pesadez,
en su poco ánimo por jugar.
Marcos
consentía a Obby incluso más que a su hermano menor, queien lo veía con cara de
culpa desde la puerta que apuntaba hacia el comedor. No quería, no se atrevía a
mirar a Marcos a los ojos, mucho menos a Obby después de haberle ofrecido el
jugo letal de su agonía.
Las
pulsaciones de Obby disminuían, Marcos lo había notado. El pequeño sólo quería
un poco de atención.
‘La
leche tibia corta el efecto del veneno’, recordaba Marcos las sugerencias de su
abuela durante una anécdota similar en su niñez. Pero por mucho que le hubiera
vertido la leche a las fuerzas, el raticida ya había reclamado los nervios y
órganos más vulnerables de Obby.
Marcos
se dio por vencido, supo que ya era tarde, y a la espera del último aliento de
Obby, conversaba con sus padres sobre qué lugar resultaría más apropiado para
que, al menos, tuviera un sepelio digno por parte de la familia. No hubo
lágrimas ni mayor pesar, pero sí remordimientos en la cabeza del pequeño que,
indispuesto a continuar con la carga, confesó antes de la cena la causa de la
muerte de Obby.
Marcos
se reconfortó al enterarse que su hermano había sido el verdugo de Obby en un
incontrolado acto de celos, pero no se sentía reconfortado por la muerte sino
porque mientras esperaban la llegada de su esposa, se gestaba una noticia que
prefirió dejar para otra ocasión. El día transcurrió como cualquier otro.
Meses
pasaron desde la muerte de Obby y desde que el hermanito de Marcos había
iniciado un tratamiento psiquiátrico que le ayudaría a controlar la depresión y
elevar la autoestima. ‘Está sanando’, consideró Marcos después de saludar a su
hermanito durante una llamada telefónica. Y entonces hizo saber a la familia
que un nuevo miembro estaba por nacer.
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