R. M. Millán

lunes, 24 de junio de 2013

El día de mi boda

-Amaneció por fin y dentro de pocas horas me caso. ¿Quién lo habría imaginado? ¡Yo casado! ¡Hasta raro suena eso! Pero bueno, ya no hay chance para acobardarse. Ya tu futura esposa debe estar poniéndose el vestido y ese poco ‘e mujeres deben estar halándole los pelos y pintorreándole la cara. ¡Me imagino a la suegra! Esa debe estar corre pa’quí, corre pa’llá. ¿Y mi mamá? ¿Qué estará haciendo la vieja? Seguro debe estar metida en la cocina preparando los pasapalos.

-¡El cielo está de playa! ¡Tremendo solazo y no hay  nubes feas por ahí cerca! Todo el mundo debe estar desesperado con la pinta y el regalo mientras yo estoy aquí, tan relajado pensando en todo el mundo. Seguro que en este momento nadie piensa en mí sino en mi futura esposa. ¿Pero quién va a estar preocupándose por el novio si lo único que tengo que ponerme es ese traje y echarme gel en el pelo? Todos se preguntan por la novia, que si cómo lucirá, qué se pondrá y cómo se lo pondrá. ¿Llegará tarde? ¿Cuánto se echará en llegar? ¿Por qué tanto rollo con eso de la boda? La gente lo que está es pendiente de la fiesta, el bochinche y el aguardiente y nada más. Como si uno no pudiera hacer todo eso sin necesidad de casarse. ¡Las mujeres y sus vainas! Tanta veces dijiste que no te ibas a casar y mírate ahora: a poco más de medio día para contradecirte. Pero te apuesto que si soy yo el que le pide algo que no le guste, esa no va a  pensarlo dos veces para decirme que no. ¿Cómo vas a comparar el matrimonio con eso? ¿Te volviste loco? ¡Es que la conozco como si fuera hija mía y no mi mujer! Y yo lo que no quiero es que nos pase como a esas otras parejas que se casan y les caen las siete plagas de Egipto. Y no es que a mí me importe estar casado o no porque al final, si nos llegáramos a dejar, ella se va a quedar con todo: los reales, la casa, mi vida, mis felicidad, mi todo. ¿Será que la llamo para ver cómo va todo por allá? ¡No! Mejor no. Esas mujeres deben estar en lo suyo y lo mejor es no interrumpir.

                -¡Dios mio! Ahora tengo que anotar otro día en mi calendario porque si se me olvida un día como este, seguro me sale divorcio. El día de su cumpleaños, nuestro aniversario de novios, el primer beso, la primera noche, el día del compromiso, el día de la boda. Cuando tengamos hijos se me va a olvidar el día en que yo nací sólo para no olvidar los días que son importantes para ella. Y no es que no sean importantes para mí, ¿Pero no es más fácil recordar solamente el momento y cómo pasó todo? Yo creo que eso es lo que importa, ¿o no? ¡Pero di ahora que no ha valido la pena! Esa mujer vale eso y más. Nadie se hubiese calado JAMÁS las cosas que ha vivido conmigo. ¡Y pensar que todo comenzó cuando éramos niños! ¡Lo que hace el chalequeo y la inmadurez! Para ver… si yo tenía trece… ella tenía catorce. ¡No, mentira! Ella tenía trece también, pero estaba por cumplir los catorce. Le faltaban unos mesesitos. ¡Qué loco todo! ¡La condenada era flaquita, pero hermosa! ¡Chiquitica, pero con carácter! Creo que debería recordarle eso cuando llegue a la iglesia: el día que me rechazó porque yo era muy niñito para ella. ¡Mírenla ahora! Y yo por sin vergüenza, porque hombre rechazado no se humilla dos ni tres veces, pero por mentepollo vine a parar al Santo Sacramento ¿Qué tal? ¿Qué habría sido de mí si no hubiese insistido?

-Y todavía tengo las cartas que me escribió antes y durante el noviazgo. Yo que pensaba que no había leído más que los Meridianos en mi vida, mira la cantidad de cartas escritas por esa mujer. Aunque con las mías juntas podrían hacer otra Biblia.

-¿Y cómo no recordar mi primer beso? ¡Qué espectáculo! Yo sentía como si de mí dependiera el destino de la tierra en ese momento. ¡Cómo sudaba y temblaba! Gracias a Dios que reaccioné rápido, cerré los ojos y la besé. ¡Por fin había logrado besarla! ¡POR FIN! Tenía casi quince años cuando logré besarla, pero por más larga que había parecido la espera, después de ese día, los besos venían uno detrás de los otros, tanto que llegó un momento en que parecían parte de un contrato que teníamos que cumplir obligatoriamente. Menos mal que estábamos en esa etapa en que uno va creciendo y se pone curioso y nos damos cuenta de las cosas con más prisa, porque si no, estuviéramos a punt’e beso todavía o quizás nos hubiésemos dejado. ¡Menos mal que no! Esa mujer me deja y yo me muero, ¿oyó? Es como si estuviese en la luna y de repente me rompieran el casco y se me escapara el oxígeno. Probablemente el compadre tenía razón y a mí lo que me hacía falta era probar con otras muchachas, pero no me arrepiento de nada. ¿De qué me voy a arrepentir si ella me ha dado todo lo que necesito?

-Este día podría ser el día más importante para ella, pero no para mí. Y no es que este día no sea importante para mí, pero sinceramente, hay cosas mejores que un día de gala. Yo aprendí con ella que hay diferencias muy grandes entre el morbo y  el amor, y es que cuando la vi desnuda la primera vez, yo renací por dentro. Qué pena no haber podido responderle como debía, pero no podía desprenderme de mi impresión. No sé si tenía que ver con el hecho de haber visto a una mujer así por primera vez, pero no creo, porque yo era el primero para ella también, así que no había ningún tipo de intimidación que me hubiese hecho reaccionar de tal forma. Yo todavía sigo convencido de que no estaba preparado para tanta perfección en un mismo día. Después me costó verle la cara y pasaron días para que yo dejara eso de “la perfección” a un lado y me pusiera serio en el otro asunto. ¿Qué mujer se hubiese aguantado eso? Si hubiese sido otra, sale corriendo para que las amigas a decir quién sabe qué barbaridades de uno. ¡Las mujeres son candela, chamo! Entonces llegó el día más increíble de mi vida. Ciertamente, no lo podré olvidar jamás. Más que por los hechos y todo el relajo, hubo muchas cosas que decoraron su perfección: ese día cada beso me llevó a nuestro primer beso. Me sentía tan espantado y sudoroso como aquella vez, pero tan lleno de magia y felicidad que iba en contra y a favor de las cosas que hacía. Desde ese día nuestros besos volvieron a ser besos y no una rutina de nuestra relación. Desde esa vez crecimos y cambiamos, pero afortunadamente cambiamos al mismo tiempo y siempre estuvimos agarrados de la mano para no desviarnos en el camino del cambio. ¡Claro! Nunca imaginé que ese camino me iba a traer hasta este.

-¡Vaya! Estoy seguro que hasta ahora ella considera como su anécdota favorita el día que le entregué el anillo. ¡Pero es que me boté con esa sorpresa! Todo estaba bonito y arregladito. Menos mal que la gente de ese restaurante es burda de pana porque si no, todo hubiese sido un desastre y en vez de boda, hoy  todos se estuvieran reuniendo para mi funeral. ¡Esa cena estaba sabrosa! Ahora estoy convencido de que no pude haber pensado en mejores anfitriones para el banquete que ellos, y por eso los contraté. ¡Contratar! Me siento un señor y todo…, pero el deudón que me viene ahora me va a hacer llorar hasta el día de nuestro primer aniversario y cuando llegue ese día y recuerde el gasto que me ha tocado, seguiré llorando.


-Pero ya estoy aquí. Contando los minutos desde que me levanté y tan nervioso que no sé ni por dónde empezar. Estoy aquí tan feliz que me uno a los demás y me pregunto: ¿Cómo estará mi mujer en este momento? No me pregunto cómo se verá porque sé que nadie podrá opacar su imagen este día y por eso es que para ellas es tan importante el matrimonio, porque necesitan saber que los hombres no somos protagonistas de las relaciones en todo momento. Yo sería feliz siendo su sombra, pero admito que la sociedad nos ha empujado un poquito a las tradiciones que ella odia, y que por alguna extraña razón las sigue. ¡Tiene que ser eso! Porque ¿Qué otra cosa podría ser? ¡Tampoco es que somos muy religiosos! Realmente eso no me interesa en este momento. ¡Deja los recuerditos para los invitados y empieza a arreglarte que tienes bastante trabajo! ¡Todos los ayudantes están con las novia y el novio tiene que arreglárselas solo! ¡A bañarse ahora, que el día es largo! 



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