Todo depende de cómo mires el cristal.
La Tierra parecía ser el lugar perfecto.
De hecho, lo era. Dios necesitaba un espacio inhóspito alejado de su
perfección, un espacio hostil donde Lucifer cumpliera su eterna condena por
subestimar el poder de su creador. Dios estaba enfadado, y más que eso, decepcionado.
Los querubines, en su composición angelical, perfecta y de gran hermosura,
estaban al frente de la custodia del reino, en el que incontables filas de
guardianes merodeaban las alturas del firmamento.
La perfección del reino sufrió un desliz,
un despertar inesperado de avaricia y poca gracia; para algunos fue incluso una
imprudencia inocente de Dios lo que surgió en Lucifer como un deseo de
conquistar su poder, pero ni siquiera su avaricia pudo tomar al Creador
desprevenido. Dios lo desnudó de su belleza, cubrió su piel de vergüenza y hematomas
venenosos, lo impregnó con venas de pecado que fueron naciéndole del corazón
hasta que por pezuñas y costras tuvo en vez de delicadas manos. Nada igual
había presenciado el reino. Ante semejante acontecimiento, los arcángeles
mantuvieron la compostura y obedientes a las órdenes del creador, desterraron a
Lucifer para que habitara en las llanuras de un planeta virgen encontrado a
distancias incalculables de la paz.
Lucifer aterrizó aparatoso con quemaduras
y humo desprendido de sus llagas, las alas desquebrajadas; el planeta en gestación
desprendía de sus poros esencia de azufre y ríos de lava cicatrizaban la
superficie; tormentas eléctricas y huracanes chocaban entre sí. Lucifer seguía
confundido, intentaba encontrar el balance para dominar la tierra. Le llevó
tantas vueltas que no hubo registro que contemplara la precisión.
Un día inesperado Dios envió a uno de sus
arcángeles a visitar la prisión de Lucifer, el mensajero asintió ante la
irregularidad al frente, percató que el planeta ya no giraba con la misma prisa
y que los huracanes y tormentas habían perdido su capacidad de acecho. Pudo
incluso divisar desde lo lejos la superficie de la Tierra. Convencido de que
Lucifer estaba alterando su consuelo de exilio, evitó ser sorprendido y se
ocultó detrás de una roca de hielo que acercó al planeta y olvidó retirar. El
arcángel regresó y dio a su creador las noticias. Dios, ahora colérico tras la
osadía de Lucifer envío un mensaje de advertencia al ángel caído.
El arcángel no perdió tiempo y llegó a la
Tierra a hacerle frente a Lucifer. No había cambios en él, aún salía veneno de
su mirada y su casi enmudecido discurso le hizo saber al arcángel que no había
progreso alguno en él. -Te atreves a
venir hasta mí para burlarte de mi desdicha, Miguel. No hacen falta ni tu presencia
ni tu lástima. Sin ayuda he de recuperar lo que mío es.
El arcángel conocía las estrategias de
Lucifer como cualquier otro guardián del reino lo habría adivinado. No todos
tenían la oportunidad de estar frente a frente con el desterrado que se atrevió
a faltarle el respeto a Dios. La compostura del arcángel intimidó a Lucifer
cuando el destello de un rayo se reflejó en su espada. Lucifer se dispuso a
moverse al frente desafiante, pero el arcángel, sin mencionar palabra alguna,
desplegó las alas de par en par. Lucifer retrocedió. -¡Cómo caíste del cielo, oh, lucero de la mañana! Cortado fuiste por
Tierra, tú que debilitas a las naciones. Las palabras del arcángel retumbaron
en los oídos de Lucifer de tal manera que han hecho eco hasta la actualidad.
Lucifer no lo interrumpió mientras el
arcángel le revelaba el mensaje que Dios le había enviado. Ya la Tierra no le
pertenecía ni como prisión, alguien más de la creación del Señor vendría a
habitar lo que él creía suyo, alguien que burlaría su astucia y disminuiría su
poder. Lucifer se contuvo e intentó no darle importancia a lo que el arcángel
profesaba.
Luego creó
Dios al hombre, creó la vida, el día y la noche. Cierto fue aquello que
divulgó el arcángel: la vida nueva creó confusión en Lucifer al ver las
criaturas nuevas del Señor, una cada vez más diferente a la otra. ¿Cuál de
ellas sería la que le arrebataría el territorio que reclamaba como suyo? Entonces
de la costilla del hombre, creó Dios a la
mujer.
Lucifer conocía la gracia y la bondad de los hijos de Dios, pero nunca había visto tanta inocencia en uno. No sabía si se trataba de una trampa. Dudó y dudó hasta que a ella se acercó. Le susurró bondades ocultas en el lugar que Dios le había prohibido visitar, la arrastró a la tentación del pecado. Desobedeció la mujer a los mandatos del Señor, y en la Tierra, a toda criatura ahí creada para siempre condenó. La mortalidad se hizo penitencia y con el primer pecado una escama nació del cuerpo de Lucifer.
Ahora el hombre debía encontrar a Dios por
su cuenta y arrepentirse por la desobediencia, Lucifer los custodiaba para
sacar partido de su inocencia. El hombre y la mujer se creían perdidos,
abandonados por el Padre, continuaron escuchando las voces del desterrado y en
varias ocasiones repitieron el pecado. Más escamas se acumulaban en el cuerpo
del ángel caído.
Dios intercedió por los humanos y propinó
a Lucifer otro castigo, lo convirtió en serpiente y con el arcángel de testigo,
lo condenó a arrastrarse por la eternidad. El hombre y la mujer se refugiaron
en Dios después de varios años y con más vida a la Tierra le pagaron, tuvieron
hijos de la carnalidad y con el tiempo aceptaron servir como familia, como
amigos, como hermanos. Uno de ellos se aferró a las creencias de Dios y el otro
se dejó convencer por las curvas de la serpiente de pocas escamas. Hasta el día
que uno de los hermanos acabó con la vida del otro y el ángel caído se
convirtió en maestro del arte de la manipulación de los mortales.
A medida que la humanidad fue creciendo,
Lucifer lanzaba sobre cualquier ser vivo anzuelos de artimañas, unos perdieron
la batalla y a él vendieron el alma; otros, cual descendientes de arcángeles,
luchaban victoriosos y lo espantaban.
Con los años el hombre se volvió
ingenioso, evolucionó en la batalla y en lo talentoso. Lucifer sintió que la
virtud del hombre se le escapa de las manos, si un humano podía burlarlo, mucho
más lo haría su creador, estaba dispuesto a comprobar que el poder de Dios era
suyo, pero el humano se siguió multiplicando, el terreno ya estaba en
discusión, entonces Lucifer sembró el caos en la mente de los líderes. Ya no
era una porción de tierra lo que le importaba sino armar tropas confundidas que
defendieran su nombre. Los humanos cegados y sordos se reunían en jornadas
sangrientas que glorificaban el nombre de otros hombres a cambio de
comodidades. Lucifer sonreía y desde un rincón observaba cómo había saboteado
el plan que Dios creó para dejarlo sin nada. ¡Pero vaya equivocación la de
Lucifer en el futuro!
Cuando los hombres alcanzaron la edad de
la civilización, comprendieron mejor la tolerancia, se basaban en las pasadas miserias
para acabar con la ignorancia. Los humanos, sin haberse dado cuenta,
contraatacaron al ángel maligno con su propia naturaleza, además de la
intuición divina que heredaron de la grandeza. Lucifer no conoce el reflejo y
el hombre se hizo experto en la materia, los arcángeles los observamos sorprendidos
desde el firmamento. Lucifer se había levantado de la silla desesperado por lo
que ocurría, la fragilidad de los recién nacidos formaban luces de defensa.
Muchas de las almas que batallaban en nombre de Dios pidieron al Señor
prolongarles la permanencia y aunque no fuera de forma física, contribuían con
la resistencia. Los arcángeles celebramos por los humanos y la victoria. Dios
nos encomendó ayudarlos.
Hoy se cumplen dos mil dieciséis años desde
que vine a servir en nombre del Señor. Me encuentro en una tierra hostil que a
veces se vuelve un Sion. Cuando mis alas abro, revelo mi identidad, y lo que me
rodea me entristece, ni siquiera lo puedo explicar. Veo arcángeles y querubines
luchar con demonios corrompidos. Tenemos una sola tarea y hasta hora la hemos cumplido
bien. Cuando soy arcángel, la Tierra que habito es la joven repleta de volcanes
y mares tibios, pero apenas me sumerjo en el manantial de los vivos, aparezco
en el Sion humano que Dios ha bautizado Edén. La tarea en el mundo de los
mortales es más sencilla, pero a veces los humanos lo complican: Lucifer dejó
la piel de escama en las puertas del Purgatorio tras no alcanzar su cometido y
ahora deambula en el mundo de los vivos, usa las mismas estrategias que
funcionaron cuando de la costilla del hombre, creó Dios a la mujer. Estando en
el mundo de los mortales, ni siquiera los arcángeles reconocemos nuestras
identidades humanas, hasta que por muy evidentes dan discursos enigmáticos que
nada más un arcángel puede descifrar. Pero hay algo que nosotros sí sabemos y
Lucifer jamás entenderá, las identidades de los que están con Dios se mantienen
intactas; la de él, nunca se podrá reflejar.
Es una tarea de paciencia. La vanidad del
ser humano lo obliga a reconocerse desde el día que llegan a la Tierra, y Lucifer
jamás ha visto su rostro; nosotros sí.
Por más que se esconda, las tropas de Dios
lo encontrarán. Sabemos que en el mundo hay ángeles malos, y no sólo sabemos
que hay ángeles malos sino que hay muchos que Lucifer ha sabido adiestrar. Sin
embargo, con el poder de nuestro creador, hemos recuperado las almas de esos
ángeles desorientados que a los pies de Dios han de llegar.
Era yo muy joven cuando me enviaron a la
Tierra, llegué con miedo, sí, con mucho temor. Aún siento miedo al salir a la
batalla; no es nada fácil lo que hacemos por el Señor. Vale la pena cada
sacrificio, cada victoria, incluso cada dolor. Las penas y los pesares sanan
cuando recuerdo el día que llegué a su presencia, porque ese día la puerta se abrió y sobre mí la bendición
cayó.
Lucifer sigue oculto en la ciudad de los
espejos. ¡Vaya equivocación la del ángel caído!
Anécdota de
ficción basada en dos pasajes bíblicos
(Isaías 14:12
(RV60) y Apocalipsis12:9 (RV60)), citados
en el discurso
ministerial de Pastor Alejandro Becerra.
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