R. M. Millán

sábado, 5 de marzo de 2016

Cubrí y descubrí

Cubrí mi espacio con losas de vidrio,
Entre pared y pared escondí mi valentía,
Sustituí el aire con conformismo,
Le puse precio a lo que sabía.
Si reía, no había carcajadas,
Las verdades me sonaban a ironía.
Si lloraba, las lágrimas se secaban
Antes de alcanzarme la mejilla.
Cubrí el suelo con losas de cartón,
Almacenaba el agua fuera del portón;
A un extremo de la ventana vacía
Veía ocultarse la mañana
Pero jamás el sol.
Teñí el techo con trapo sucio
Para filtrar la luz y las goteras.
Contemplé una estrella desde mi cuarto
A quien bauticé María Marbella.
Me mentí por ratos de tanto aburrimiento
Me enojaba a veces para cambiar el ánimo
Había olvidado lo que era estar triste.
No sentía ni angustias por sexo barato.
Cubrí mi jardín con flores insectívoras,
Me daba miedo escuchar los grillos.
Crie dos sapos y tres arañas
Para que cuidaran los pasillos.
Les contaba historias de mi pasado
De mis amigos y familiares
Criticaba a muchos y a otros alababa
Pero no interactuaba con ninguno.

Una noche ingenua escuché ramales,
Una mujer lloraba desconsolada
Había conseguido cuanto quiso en vida
Menos el cariño de su padre.
Al culminar la noche seguía llorando
Insistía en que no era una mujer triste
Que a su esposo amaba
Y estaba a la espera
De una hermosa hermana para su príncipe.
Otra mujer lloraba tres octavas más alto
Había perdido al amor de su vida
Pero su compromiso con los vivos
La atormentaba todavía.
Cantaba con la mirada perdida
Con el pecho adolorido y a lengua fruncida
Pegaba más gritos de arrepentimiento
Que de tragedia o agonía.
Con ambas piernas desvalidas
Decidió andar con su condena
Me bendijo hasta exhausta y adolorida
Y sin detenerse continuó con la pena.
Una tercera mujer se acercó melancólica,
Se limpiaba el rostro con desarraigo;
Me ofreció compañía a cambio de una melodía
Que había escuchado yo hacía varios años.
El trapiche de mi fuerte
Había mutado mis brazos                                                                                         
El olor a cartón sudaba yo hasta en las piernas
En la estufa se cocinaban las ratas
Las moscas
Y las cayenas.

Miré a las mujees de suertes parecidas
Ir las tres en direcciones torcidas
Por coincidencia muy afinada
Desde Mi hasta Fa sostenida.

En mí volvió a palpitar algo en el pecho,
El estómago más que pan y agua exigía,
Y cuando vi que una lágrima de rabia me bañaba
Empecé a sentir alegría.

¡Vaya sorpresa!
Que del dolor volvió a mí la nostalgia,
Que del pesar volvió a mí el perdón,
Volvieron las múltiples razones
Que intercambié sin aparente razón.
.
La razón vino a mí de nuevo en un son
Y quebré entonces los murales de vidrio,
Liberé luego el prisionero creativo
Que al nacer obtuve por don.
Así desnudo como había de estar
Descubrí más de lo que podía,
Descubrí mi arte y la osadía,
Descubrí el sentido de escribir;
Dibujé y descubrí hermosas melodías
Que ningún músico supo describir.
Descubrí que mi templo no es arquitectónico
Descubrí a qué lugar pertenecí,
Descubrí que más y más he aprendido
Desde que el miedo dejé salir.


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