R. M. Millán

lunes, 4 de abril de 2016

El Epaule derriere de Ana Paula

Ana Paula prensaba las fibras de los dedos con cada curva refinada, desde el hombro hasta el índice se dibujaba un Croise derrant, y en coreografía, la armonía de sus brazos se moldeaba en una Effacé devant que reposaría en el Ecarté de clausura.

Había practicado tantas las veces la misma disciplina, que incluso en ausencia de melodías continuaba con la práctica en casa, en el auto, en el salón de espera de la academia de ballet; observaba a Clarié, su hermana, a través del espejo saltando con gracia. Nadie sostenía por mayor tiempo la perfección del Quatrième como Clairé, era la favorita de la señorita Stelle, era el modelo a seguir de la familia.

Ana Paula se perdió en el reflejo ante la imposibilidad de concretar el Epaule derriere que tanto había intentado perfeccionar, era una gran ventaja que la pequeña contara siempre con el apoyo de su madre. –“¡Algún día lo lograré, madre! Verás que sí”; pensó en alto mientras Clairé se acercaba al culminar la clase.

Como era ya costumbre, la señorita Stelle se tomaba por lo menos dos minutos para asegurarse de que Ana Paula estuviera mostrando mejoras con las terapias. Ana Paula la saludó con más brillo en la mirada que antes: -“He avanzado en mis terapias, señorita Stelle. Le prometí a mi madre que mis primeros pasos los daré aquí en la academia”; respondió al retirar el seguro de su silla de rueda.   


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