R. M. Millán

miércoles, 15 de junio de 2016

Te vi

Te vi vestida anoche,
Te vi muy sonriente,
Te vi y no me miraste;
Eras tan diferente.

Tu hombro recogía
La magia de tu pelo.
De a rato te espiaba.
Creo que eran los celos.

Te vi tan fascinado,
Te vi y fue mi consuelo,
Te vi sentada a un lado
Y al fondo había un lucero.

Me acomodé las mangas,
Me estimulé el diafragma,
Me levanté en seguida,
Y derroté mi karma. 

Nos separaban dieciséis pasos
A mí de ti, la cobardía;
A ti de mí, la picardía.
Del que acariciaba tus brazos.

Me escondí detrás del arbusto
Me golpeé el pecho y sequé las manos
Me acomodé el cabello
Para recuperar el trago.

Quise no seguir mirándote,
Quise, pero me fue imposible;
Quise, al verlo, golpearle fúnebre
El rostro, cualquier o cualquier otra área libre.

Preferí verte e imaginarte desnuda
Besarte cada vez que levantaba la copa;
Preferí mirarte hasta que pensativa
Me sorprendiste y sentí que me aflojaste la ropa.


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