R. M. Millán

miércoles, 3 de junio de 2020

MESES DE UN NUEVO SENTIR: DÍA DOS

Tuve un despertar literario, como me ha venido ocurriendo durante el mes de diciembre. Cuando escribía, pensaba en mi forma de sentir y en quien merece lo que siento, la culpabilidad de no corresponderle a quien más ha luchado por eso. Me hizo bajar la cabeza en un instante cuando admiraba las estrellas. Sentir cosas buenas también da malos resultados, pero he dado hasta lo que no tengo por ser fiel en mi manera de querer. No he dejado de querer, pero recordé que no es imposible reconstruir formas de amar. Todos merecemos, necesitamos experimentar las incongruencias del corazón así vengan por caminos improvisados. A primera lectura parece que hablo de alguien y que a ese alguien amo... la verdad es que no. He aquí el mayor de los dilemas, comparto la vida con alguien que se ha empeñado en amar a su manera como si el esfuerzo fuera un mérito emocional; sin embargo, se ha mantenido fiel a esa forma de hacerlo. Hay alguien más que ha puesto resistencia al escuchar de mis labios la certeza que ahora les comparto: "no pretendo fracturar mi relación, nos veo juntos a muy largo plazo". Quien lo escuchó ha hecho resonancia de esto en paráfrasis de prevención que chocan con otra afirmación suya, que tampoco va en contra de lo que confesé ni lo que profeso.

Por un instante, me creí capaz de controlar mis emociones, tanto que hasta lo dije en voz alta. Cuando tomo riesgos como estos, el destino me abofetea, y ahora, en el silencio festivo de este viaje, escucho la batalla campal que me ha desestabilizado por dentro. A pesar de no saber lo que siento ahora, sí se cómo me siento: bien. Me siento bien por mí porque creo que soy alguien que se rinde ante el sentir. Pero, he estado apagado por dentro durante muchos años, he estado refugiado en la incredulidad de haber perdido la vida esperando que alguien sintiera por mí las mismas cosas que he sentido yo por alguien más. También sé que me siento mal; conozco varios niveles de egocentrismo proporcionales a mi generosidad. En comparación, ambas partes hemos sido peligro y daño al mismo tiempo que cura y vida.

Sentir, mucho o poco, bueno o malo, es lo único que le da sentido a mi manera de ver la vida y vivirla. Todo aquel que logre despertarme recibirá mis líneas de desahogo así no las vea o llegue a saber que protagoniza la trama que reposa en sus manos.

Por más que sigo subestimando este viaje, en el fondo sé que era necesario. Una voz familiar me predijo que me encontraría con mi paz espiritual y así fue, la reafirmación más fehaciente de que he despertado por dentro, he transcendido a otros terrenos y sonrío porque me reencuentro con el mismo Dios.

Para mí los días nunca han sido demasiado largos o lentos, ni siquiera estos en los que reposo la cabeza y al cerrar los ojos, miles de rostros con historias fascinantes se cruzan frente a mí. Cuando digo que siento desánimo, no es sino desespero de mi malacostumbrado cerebro. No diré que es este el mejor viaje que he tenido en soledad, pero sí el más largo y regenerador. No estuviera seguro de lo que siento si no fuera por la forma tan rápida en que he empezado a sanar.

Ante la vista, todo tiene defectos; ante el corazón, no hay forma de engañar lo que se siente... ni yo que me he vuelto un experto en autoengaños, he afinado mis tácticas y mi discurso análogo. Nada de eso se compara con la verdad que me estremece el cuerpo a toda hora. No sé si sea capaz de camuflar esta verdad con porciones de mentira u omisiones cancerígenas. Si me permito ser honesto desde ya habrá muchas cosas que cambiar, pero los cambios serán realidades que coincidan con lo que siento así las personas no sean las que ahora me rodean.

Así como el curso de este testimonio me encuentro por dentro, inestable y sin rumbo fijo, son pocos aunque constantes los nombres que en mí se repiten, los que me han conducido a este viaje de reflexiones, de aprendizajes y enseñanzas eufóricas.

No hay comentarios: