R. M. Millán

jueves, 4 de junio de 2020

MESES DE UN NUEVO SENTIR: DÍA TRES

Siento que me estoy obligando a trasladar mis sentimientos a otra cámara solo para parecer justo, menos culpable con quien hoy ocupa un lugar privilegiado en mí. Para apaciguar el crimen, estuve preguntándome si volvería a hacer este viaje y me respondí que en compañía sí, que lo haría sin problema, aunque no sé si solo, de contar con las herramientas que ignoré la primera vez, creo que sí; cada vez siento más tranquilidad, incluso en mi cuerpo veo reflejados los efecto de la calma, mi mente se ha organizado, mi piel se regenera y han sido días en los que no me ha agobiado la adicción sexual, que ya empiezo a creer que no es tan adicción sino otra de las mentiras que mencionaba ayer.

Desde mi hamaca, la baranda superior oculta la línea de un horizonte salvaje, la abertura de abajo me muestra el plateado tranquilo del Amazonas cual lámina de hielo quieta bajo la inmensidad del cielo azul. Descubrí rostros de criaturas fantásticas, animales milenarios e invenciones en el molde de las nubes. Por supuesto, miré de nuevo las estrellas que traspasaban la superficie del agua. Recuerdo que antes de dormir, le pedí a Dios que me concediera un momento a solas con su hijo Jesús para que me mostrara en una escala de peor a menor mis fallas humanas, le pedí que fuera muy claro para saber cómo trabajar en ellas. Caí en un sueño profundo que no recuerdo. Desperté con la idea de que debía sentarme a escribir algo a quien me acompañare en mis aventuras de amor. Aquí me encuentro ahora pensando en las miles de cosas que pudiera decir, pero no es eso lo que quiero expresar sino lo que en verdad siento. Y al igual que las veces anteriores, seré honesto sin piezas incompletas que me endeuden con la mentira ni la cobardía de no hablar:

Lo que siento es tan diferente como la lluvia que hoy cae, se puede ver y tocar porque entre nosotros no hay barreras físicas que lo impidan. La fragilidad de esta relación existe desde su inicio, oficializamos apresurados algo que no tenía nombre aún porque otro nombre seguía pronunciándose. Siento, antes que todo, admiración y rangos de compatibilidad, algunas malinterpretaciones, además de ganas de descubrirnos y enseñarnos; siento el mayor compromiso de lealtad que alguien hubiera depositado en mí y eso construyó un legado de simpatía que se fue convirtiendo en cariño y amor. No es la mayor fuerza de amor que me haya tambaleado, pero sí la certeza, la honestidad, la transparencia en alguien que me oxigena las esperanzas y me hace creer en el futuro, en las metas, en todo lo que pudiera imaginarme. 

También siento compatibilidad, creo que se convirtió en la lucha más exigente y por la cual todavía sangro, me da placer derramar este tipo de sangre por 'un nosotros eterno".

Por último, siento que no hemos sido justos ni balanceados, no por mala intención sino por creernos dueños de la verdad. La relación pasó a un segundo plano, nos enfocamos apenas en simples intereses, nos unimos por un propósito material, o espiritual, y sin querer, dejamos que el resto de nuestras plazas cayeran en un sueño más profundo, tanto que parece que hubiéramos dejado de sentir. Pero una relación no está viva solo cuando se sonríe, también cuando se llora, una relación palpita... y, al menos para mí, ese es el pálpito que ahora me sacude el corazón, el de la desesperación por despertarnos, de animarnos a volar más alto de lo que mis pies hayan alcanzado sin que haya necesidad de comparar, que sea evidente y se pueda celebrar. Eso siento, ganas de no perder lo que tengo ni lo que siento; eso siento, desespero por tanto luchar y nunca encontrar la tregua. Eso siento.

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