R. M. Millán

miércoles, 29 de junio de 2016

#PrayForUs

Los desamparados han crecido en número;
a diario se escuchan pasos en tropel,
echan fuego a sus pares tumban casas por doquier.

Gritos de madres se despiden de los hijos
que pierden la vida en caminos de turismo;
hermanos toman venganza y la desgracia más avanza.

Aunque por minoría los conocemos,
la estrategia los desplaza;
atacan cristianos y devotos,
tiñen de sangre y matanza.

El clamor retumba el universo,
no es terrenal lo que vivimos.
Las naciones sufren pares
muertes, hambre y desatinos.

Hijos de un Padre,
de madres diversas,
pelean por un reino
cual recompensa.

La lucha es un juego
que hunde esperanzas,
y el Antricristo ganando confianza.
Sopla con furia,
humano herido,
que las capitales arden
pero por el olvido.

Recoge tu orgullo
y defiende las almas
que han caído en batalla
con furia y templanza.

Rompamos cadenas
de yugo asfixiante,
es momento de acabar
con la llama incesante.

Acarrea los temores,
intimida con tus alas,
que el mundo emana temblores
por lo que dice tu cara.

La conquista no es un sacrificio,
es un mecanismo de enseñanza.
Llegar al trono es fácil
con codicia y desesperanza.

No se trata de cuántos lleguemos
sino del impulso
que a lo débiles traspasaremos.
El mundo es muy pequeño
para convivir con alimañas.
Mi propósito es acabar
con quienes hieren mis entrañas.

Levantemos las rodillas porque París sigue de luto.
Levantemos las manos porque Bruselas sigue de luto.
Levantemos las espadas porque Orlando sigue de luto.
Levantemos el rostro porque Venezuela está de luto.

Dejemos el corazón protegido
en un mismo cajón,
porque Turquía necesita de nuestra participación.
Que el mal vea el final y viva su propio terror.



martes, 28 de junio de 2016

Los dos amamos a la luna

Acostado sobre la arena, mientras el mar se desahogaba porque un amor le plantó mentiras, le pedía a la luna que se asomara entre las nubes.
Me sentí culpable porque no recordaba lo que el mar me decía y cuando rompió en llanto no supe qué palabras quería escuchar.
Me sentí culpable porque mientras él lloraba desconsolado, mi pecho quería hacerle coros porque la luna se presentó detrás de una nube.
Quiso hacerme saber que estaba cerca de mí pero no para mí. Me insinuó lo que no soy capaz de repetir.
Y el cielo se cubrió de nubes cuando debía resplandecer en un atardecer salmón, naranja y rojizo.
Mis piernas se congelaron de miedo, mis brazos querían consolar al mar, mi corazón me punzaba las costillas, y yo me olvidaba de mí.
Así como me olvidó la luna, me olvidé de mí. Porque quería ayudar al mar, porque quería reanimar a mis piernas, levantar los brazos.
Y a pesar de tenerlo todo en frente, seguía oculto bajo la arena. La briza me seducía, me distraía. Y yo buscando la luna.
Así comprendí qué provocó el llanto al mar, así comprendí qué me separaba de mi amor, así comprendí que lo que salpicaban no eran lágrimas.
La brisa desvió el curso del amor que el mar extrañaba, reunía nubes sobre mí para que no viera el rostro devastado de mi luna.
La briza soltaba feromonas que la brisa rozaba sigilosa en mis sentidos.
La brisa controlaba el mar y la briza a los mortales que pisaban sus arenas.
La luna gritaba con rayos de luz que me amaba. Mi corazón la escuchó primero y saltó emocionado. Yo enseguida recordé que estaba enamorado.
Y le hablé al mar. Su amor naufragaba. ¿Dónde? ¿Desde cuándo? No sabía, pero estaba vivo. Su amor era grande como el mío. Por eso lo supe.
El mar me miró fijo sin intimidación se recogió, por un momento sentí que me atacaría, pero en cambio me agradecía.
Y encontró el mar a su amor en playas de aguas heladas. Retirada en un polo desolado, sufriendo intemperies y cantando lo que sentía.
El mar regresó y atacó las brizas. Las ahogó sin hacerme daño. A mí me levantó en un sumani que sobrepasaba la atmósfera.
Me elevó tan alto como mi mortalidad lo toleró y vi a mi luna llorando asteroides. La brisa no me podía alcanzar. Y admiré a mi luna.
Y admiré la luna, le leí un poema que ella quería escuchar. La besé en la mejilla, y ella se puso a llorar. Pero ahora lloraba feliz.
Descendí decepcionado. Quería quedarme cerca de mi amor por siempre, pero el mar tenía tiempo que recuperar.
Llegué a mi suelo y le dibujé a mi luna un corazón jovial que le enviaba recados desde mi pecho.
Mi corazón y yo nos enamoramos de la misma luna. Pero ella amaba sólo a uno. Es un secreto que todavía no se atreve a revelar.

Quédate

Hoy he de cumplir promesas porque el tiempo empezó a correr en reversa.
He de tomar tu mano más que antes porque el miedo a perderte está sembrando un jardín de hortensias.
He de besarte en vientre y concederte el milagro de revivir tus días de desnudez flamante.
Porque aunque los años ya son recuerdos, mis recuerdos son blancos en tu cabellera.
Porque el camino de venas que broten de tus manos hacen juego hasta con tus caderas.
Porque aunque tu piel ahora sea más flexible, para mí es el más grande mar, y a quien he nadado entera.
Hoy he de cumplir promesas porque mañana no sé si te quedas.

Quédate. 

LA CIUDAD DE FUEGO

Un gigante no es un contrincante cualquiera, su presencia es una amenaza que reactiva la necesidad estratégica de la mente humana al verse en riesgo, no solo de perder la vida sino el placer el vivirla. Y Andea, por tratarse de la ciudad, aunque más apartada, más productiva del reino de Ipza bajo el dominio de Hastenón, se convirtió en un punto débil que cualquiera pudiera someter. Mucho más, tratándose de un gigante.

No hubo advertencia cuando el robusto e impaciente mostro apareció dispuesto a hacerse con la ciudad. El gigante reclamaba un territorio de fieles, estaba decidido a conquistar el valle y sus colinas así tuviera que reducir la infraestructura a cenizas; daba pisadas de intimidación que salpicaban bolas de fuego en toda dirección. Ni la lluvia pudo aplacar las flamas asfixiantes en Andea de aquel día.

Los más valientes y astutos escaparon en busca de refuerzos. Tercio, un soldado retirado, cabalgaba entre provincias y provincias reuniendo tropas de herreros, carpinteros, viudos y huérfanos; ni el cabello sudado le interrumpía el galope. El diluvio rebotaba con el salto de las herraduras del caballo, el humo de a ratos lo aturdía y el impacto de los pasos del gigante le recordaba que no había tiempo para descansar. El gigante no se distraía de otras formas que golpeando plazas y arrojando barriles de combustible por doquier.

Tercio acababa de ver a su hermano menor perder la batalla contra el enorme enemigo. Se alejó de la escena lamentando a gritos la derrota, clamaba ayuda a regañadientes, preguntaba por su amada entre la multitud apaciguada.

El gigante continuaba haciendo estragos y los temblores despavorían a los habitantes de Andea.

De entre las tropas, la mayoría resultó diestra en la arquería; otros estaban dispuestos a aprender la técnica que le asignaran para dar el toque letal que el gigante merecía. Tercio seguía cabalgando en busca de su amada. Alguno la había visto correr cerca del ateneo con dos niños, otros juraban haberla visto arder en llamas minutos antes; otra dama de edad avanzada, cuyo relato Tercio prefirió creer, lo hizo regresar a Andea. La anciana detalló el recuerdo para que Tercio diera fe de su identidad: la vio arrastrar el cuerpo de un joven evidentemente maltratado por el gigante, era de piel canela y cabello liso, que se había despojado de su ropa para maniobrar mejor con el cadáver. Tercio no podía estar equivocado, era su amada Mengana intentando rescatar a su cuñado al verlo perecer, actuaba como su amado habría actuado, estaba convencida de que Tercio jamás la hubiera desamparado en la ciudad ardiendo en fuego; se ocultó en el circo de Andea que custodiaba el coliseo donde golpeaba el rostro sin vida de Után; prefería golpearlo que llorarlo. Lo abrazaba en cada reposo de bofetadas para resucitarlo. 

Cuando la multitud corrió de las amenazas del gigante, la valiente mujer se escondió dentro del circo con su difunto cuñado, la bestia atraída por el aroma de Mengana desprendió el techo del edificio. Se encontró de nuevo con el rostro, ahora sin vida, del osado Után. ¡Falta de respeto más grande la que sintió el gigante al ver que tan hermosa doncella prefería resguardar en su regazo la intimidad de un derrotado!

El gigante la miraba directo a los ojos; ella corrió. No se perdonó por haber dejado el cuerpo de Után abandonado, no se perdonó por haberse mostrado débil ante el enemigo. Como pudo, se coló entre los demás que seguían huyendo. Detuvo la marcha en un pasillo del coliseo que no danzaba con luz natural o la del fuego incesante que arropaba a Andea; se despojó de lo que quedaba de su vestido y con apenas unos trapejos cubrió de sí la prudencia que le seguía perteneciendo a Tercio. Recogió una botella quebrada del suelo y se cortó el cabello para burlar la persecución del gigante.

Tercio no habría confundido a su amada, ni siquiera si las llamas le hubieran derretido la tez. Su esencia era lo que la descubría ante él porque su belleza fue lo último que lo enamoró.

Andea quedaba vulnerable con cada baja y huida de los andés, pero Tercio no se iría sin Mengana, no le dejaría otra parte de él al mostro ladrón de riquezas de hombres.
Las tropas encontraron a Tercio en el ateneo y preparados para la batalla, se separaron para rodear al gigante. Los arqueros empezaron a atacar para estudiar los movimientos del enemigo y encontrar su punto débil. Las flechas no traspasaban la gruesa piel repleta de grasa y callos, los herreros con sus espadas semiafiladas no arrebataban completamente las capas de cuero. Tercio no quería dejar a un lado su preocupación por Mengana, pero el gigante era la causa de las desgracias de su familia, de su ciudad.

Veían de lado a lado, esperando que la lluvia, el fuego o el humo del incendio jugara a favor de los hombres. Y así fue. El gigante dio tres pasos de desequilibrio al pisar dos barriles de combustible que se rehusaban a apagarse a pesar del diluvio y las palmadas del mostro maloliente. Y ahí, entre las costillas superiores, vio Tercio la herida viva que necesitaban agrandar, una herida que seguramente el mismo gigante ganó en una lucha contra otro de su especie y que por infección no sanaba.

Tercio les ordenó a los arqueros no desperdiciar las flechas, que apuntaran todos al mismo blanco. Los herreros y carpinteros improvisaron catapultas con bobinas de paja encendidas que salían disparadas al rostro y pecho del adversario. Esperaban el descuido preciso para llegarle a la herida.

El gigante ya se había hartado de las bolas de fuego y arremetió contra las catapultas, quería acabar con los herreros y carpinteros.

-Neich jab o!- gritó Tercio y los combatientes salieron corriendo del lugar. –Zabjé!- ordenó y las flechas dieron en el blanco. Los quejidos del gigante se escucharon en todo el reino, Tercio se subió a la catapulta y voló de un impulso hasta el pecho del gigante aturdido por el dolor que parecía haberle dormido los sentidos. Se lanzó adolorido intentando retirar las flechas que le irritaban la herida infectada. Los herreros y demás luchadores corrieron a toda prisa para acorralar a la bestia.

Mengana reconoció a Tercio que guindaba de los pelos del torso del gigante. Vio cómo su amado se apresuraba a cuchilladas a un costado del enemigo. La satisfacción le robó una sonrisa, su amado seguía en Andea tal como lo había supuesto; y esquivando fuegos, escombros y cuerpos sin vida, se deslizó bajo la lluvia para también ayudar a Tercio. Se sentía en la obligación de pelear a su lado y cantar victoria por amor.

Centímetros de hedor separaban a Tercio de la herida, el andés de convicción por orgullo y aferrado al latir de su amor, penetró la peste del gigante con su espada de hoja irregular. Celebró al verlo perder movilidad. Esquivó el impacto del brazo del gigante que se resistía a morir. Las tropas se acercaron y culminaron con un impacto letal que hizo de sus nombres emblemas inolvidables entre las generaciones.

Por lo menos tres días y tres noches más pasaron hasta que el fuego cesó y dos noches más para que la lluvia dejara de bañar la desgracia de Andea. Mengana no se había acercado a Tercio a pesar de encontrarse tan cerca, sentía vergüenza y miedo a ser rechazada. Tercio había pedido a sus tropas buscar entre los vivos y los nuestros a la mujer de piel canela y cabellera lacia, pero siempre regresaban vacíos de buenas noticias.

Alguien advirtió la llegada de carrozas decoradas y filas de caballos blancos en Andea que exigían la presencia de Tercio. El rey Hastenón y emperador de las veinticuatro ciudades de Ipzá, que incluían la ciudad de Andea, entregó a Tercio una espada de honor y una corona de oro y joyas incrustadas que solo los príncipes y herederos presumían. El rey dio su discurso y pidió honrar el nombre del hombre que puso fin a lo que él mismo no había sido capaz. Y entregando un cetro nuevo a Tercio, declaró a Andea la nueva ciudad autónoma de Ipza bajo el gobierno del héroe andés.

Tercio pasó al centro con la mirada perdida sin mostrar emoción alguna; los andeses esperaban con ansias escuchar las palabras de su nuevo gobernante. –Mengana-, susurró Tercio, con los ojos brotados a punto de estallarles en lágrimas y con el recuerdo de Után muriendo noches atrás. Tercio veía sin mirar a una ciudad entera preguntándose qué había balbuceado.

-Mengana-, repitió levantando la mirada. Tercio volvía en sí y empezaba a comprender que no pagaría una condena perpetua de soledad, de desamor; ni entre los muertos ni entre los vivos estaba su amada. -¡Mengana! ¡Mengana! ¡MENGANA!- gritó y gritó rodeado por sus súbditos. Gritó interrumpido por el llanto, se lanzó entre los presentes llorando el nombre de su amor. -¡MENGANA!- se escuchó el nombre en la voz quebrada. Y ahí la vio, al frente, dentro de muchos que no importaban nada comparados con ella; la vio, la reconoció mientras ella se aseguraba los trapejos manchados de sudor y sangre, con la irregularidad de su cabello maltratado. Tercio apartó a quienes sus manos alcanzaban, con las rodillas temblorosas amenazaba con caer. Mengana se acercó para atajarlo en la conmoción. Lo abrazó. Lo besó. Le habló. Tercio necesitaba calmarse y ella le habló.

El rey puso en duda la cordura del héroe, hasta su capacidad de amar, pero ya la declaración estaba hecha, no se iba a contradecir. Su proclamación no debía verse alterada por una impresión momentánea y desagradable que percibía del aspecto poco atractivo de Mengana.


Poco a poco fueron alejándose del ateneo, al centro quedaron Tercio y Mengana; y rondando el ateneo, las tropas que resguardaban la tranquilidad de su nuevo gobernante, protegiendo la paz que el gigante ladrón de riquezas de hombre les había arrebatado. 

lunes, 20 de junio de 2016

Lluvia de medio tiempo

Fueron veintiocho noches de resignación las que pasaron hasta que se echó sobre las sábanas heladas de una playa desértica. La noche veintinueve cuestionó la identidad ausente del astro de las montañas. Las nubes cubrían la atmósfera y ni el reflejo de las estrellas palpitaba en sus ojos. De las manos caían los primeros granos de vacío, la decepción se confundía con las aguas que le cortejaban el pelo mojado. La última pregunta la había perdido en un susto noches atrás y ya ni recordaba qué quería saber. Después de unas horas de sueño perdido, cayeron las primeras gotas sobre sus mejillas. Y lo que ella había considerado lluvia de medio tiempo, resultaron ser lágrimas de alegría de un inesperado encuentro.

Picture covers (Versión en español)

1
Así dejas de lado la fantasía: te arrancan la niñez sin previo aviso, te consumen con expectativas incumplibles, te hacen incapaz de satisfacer al mundo, recibes páginas nuevas que desgastar y te hacen responsable de todo lo que pueda pasar. De ti sólo queda la misma pregunta transitoria desde que subes al tren del encanto: "¿qué debo hacer por mí?"  Cada verdad se convierte en un espejismo contundente que ansías ver desaparecer con la neblina al otro lado del cristal. Pero no, mi cara refleja lo que mi prudencia intentó ocultar por mucho tiempo.

2
Me quedo entre la buena 
y la mala noticia; 
quisiera más bien 
seguir de largo. 

3
Hoy celebro por esas luces que luchan a diario. 
Hoy celebro por la gracia de Dios restaurando mentes y corazones en Venezuela. 
Hoy celebro porque las esperanzas que no se han apagado, rompen cadenas de opresión. 
Hoy celebro porque mi país se lo merece. 
Feliz día de la independencia. 

4
[...] el tiempo sigue siendo el protagonista, pero yo he renacido en algo vivo. Un vuelo metonímico, no disfrazado ni perplejo, más bien aventurero y decidido: el fénix no teme a las alturas ni al vuelo, aunque sí al fracaso. Una experiencia siempre es digna de segundas oportunidades aun cuando se traten de alimentos que con el tiempo se pudren. No por eso dejan de ser alimentos, y el fénix lo aprendió de los nutrientes de sus cenizas. Y lo que parece una hora marcada, es un norte explorado, un destino al que le da la espalda el fénix porque en el frío de lo absurdo, las cenizas no emergen. Sin ciclos, el fénix es un ave mortal y común. El tiempo no se detiene, pero sí burla. Sin importar dónde se encuentre tu norte, vuela, que mi mano estará extendida para tu reposo, sin horas ni brújulas ni cataclismos; cuando las alas ya pierdan su fuerza, lánzate en picada y recurre a las llamas de tu resurrección: todo ciclo empieza al final.

5
Preferí quedarme e ignorar el peligro,
Pretender que no había acecho ni era yo a quien deseaban.
Me entretuve con tu melodía sin compases,
Con tus movimientos de cisnes. Y me enamoré de tu paciencia al descender.
Te supe mía por minutos 
Mientras se apresuraba el impacto ya advertido
Y no me importó porque por fin te había encontrado, 
Entre las armaduras rocosas de nuestras caídas estabas tú
Vestida de blanco y transparecias llorando cataratas 
Quién sabe si de alegría o nostalgia; 
Hasta que de mis dedos resbaló un beso que te adornó los pómulos arremolinados. 
Antes del impacto mortal, sellé mi pacto de amor.

6
La espera que se vuelve cenizas se somete a un sacrificio de óxido deprimente. Duele más cuando toca esperar con los ojos puestos en ti, cuando hay que saberte ajena y dispersa en el aire como caminante errante de un porvenir seguro, lleno de probables anaqueles de riquezas, corroídas también por la salitre de tu indiferencia. Hasta que la vejez me derrumba de a poco, el martirio se entremete entre nosotros; y a veces te quiero; otras veces no puedo. Pero si dejo de quererte, ¿habré perdido mi tiempo admirándote? ¿O es que mi silencio es de hecho mi condena de contundencias irresolubles? Y cuando me duele la espalda me recuesto de mi orgullo y ahí, en ese descanso, aparece una cinta perfumada que me eleva la mirada al cielo. ¿Por qué tanto anhelo a lo que más desprecio ha demostrado? Porque te supe amar a pesar de mis irregularidades. No las tuyas, esas las puedo tolerar. Incluso los hijos engendrados de otros los pudiera adoptar para que vengas a mí y recojas mi ancla. Sin ti no tengo intenciones de naufragar.

7
Así te vistas como a la seda,
Mis ojos atravesarán los obstáculos que a otros les provoque ceguera. 
Así te ocultes en la transparencia, 
Mi olfato detectará esencias del sudor que se desliza en tu espalda. 
Así sonrías sin mirarme a la cara, me sonrojaré en el pecho para que las mejillas no me delaten. 
Así dejes caer tu bufanda, correré en contra del viento y te refugiaré del frío; 
Pero cuando llueva, no. No me ocultaré de las gotas, es como caer es un vacío y renunciar a tus besos. 
Eso es más que un desafío. 
Así me empape el estómago, contigo mi alma no necesita otro alimento. 
No te ocultes, no lo intentes, que todavía brillas aquí adentro. 

8
El universo aparenta una inmensidad superior y presume su potencial porque nuestra basta ignorancia nos limita. No podemos hacerle frente a lo desconocido a menos que contemos con un respaldo que nos garantice ventajas en el campo de batalla. Enfrentarnos a lo inestable es provocarnos una burla inminente que nos causará más dolor que heridas y caeremos a un vacío infinito que ni nos concederá vida ni muerte. Estáticos en un movimiento uniforme. El vacío se vuelve tan rutinario que al poco tiempo perdemos el miedo y hasta nos aburrimos de morir, porque una vida que no se disfruta es una muerte anticipada. Y permanecemos así, en caída libre mientras nuestro mundo gira sin desobedecer a su posición inicial. Pregúntate si lo que ves es una gota cayendo o una chica cayendo. ¿Acaso caen las dos o la chica en el interior ajustado de una lágrima sin emociones? ¿Qué ves? Ves lo inevitable, lo indescriptible, lo incomparable. Te ves a ti y a los que están a tu alrededor. Ves soledad. Ves tu interior. ¿Y si volteas la imagen? Seguirás cayendo... y callando.

9
Y si pensabas que el cantar de los árboles era una mera coincidencia de la brisa al chocar con los obstáculos, entonces tus oídos te han engañado y tu sensibilidad se ha vuelto de roca, tu sangre perdió la savia; y tu cerebro, las letras del despertar. 
En el manto del otoño yace la partitura del fluir del espíritu del bosque; al respirar, te invadirás con el aroma de la conquista de la humedad que regala la lluvia. Tus pies descalzos desnudarán verdades que tus ojos creían utopías.
Tus sentidos no pueden estar diezmados por voces homónimas porque la canción real de tu reinado será entonada por las autoridades de lo natural. 

10
Me han concedido el derecho de la palabra en el momento más oportuno, me han permitido excusar mis delitos antes de que la sentencia hubiera sido contemplada en lo absoluto, pero me tomé el tiempo para escuchar los recuerdos y explicar los motivos que me rescatarían de una condena perpetua a tu lado.
Confesé al inicio mi acto, -hubiera sido estúpido negar mi participación en la masacre de tus emociones-, detallé paso a paso cómo tus lágrimas pintaban de impresión las paredes, y todos me creyeron. 
Expliqué luego las intenciones, los éxitos y los arrepentimientos del acto, y todos me creyeron.
Muy a pesar de mi aspecto y culpabilidad, todos me creyeron. 
Entonces voltearon la mirada y pusieron en duda tu inocencia porque tu mirada no era honesta. Cuando estuvimos de frente, en mi rostro se reflejaba la furia porque era honesta. Y mientras escuchaban mi respiración ensordecedora por el temblor de mis piernas, se dieron cuenta de que mi ira era honesta. 
Así conseguí reducir mi condena.
Jamás negué lo que hice ni por qué lo hice, porque entre mis defectos, la mentira no tiene cabida. 
Tres juicios más tarde conseguí mi libertad, porque antes de ser criminal, fui y sigo siendo justo. ¿Y tú dónde estás ahora? 
Desértica por dentro, sin llanto que hidrate la hipocresía de tus filosofías.
¿Yo dónde estoy? Soñando por las noches que algún día recuperaré tu amor. 

12
Si desde la oscuridad, las nubes viajan tan rápido como mi imaginación, ¿a qué velocidad viajaría mi entrega hacia ti en compañía de ellas? ¿Cuántas oscuridades dejaría en mi pasado si me tomaras de la mano en el vuelo? 
Si mi oscuridad nunca ha sido absoluta, entonces una porción de esperanza es la que me hace despertar a diario con el aroma de tu llegada, porque a esta habitación de luna menguada sólo tú puedes traer luceros; porque este universo desprendido en que me he convertido, sólo tú puedes habitarlo. 
Hasta que la espera milenaria se vuelva una recompensa de madurez ante tu presencia y en vez de correr hacia ti, me incline en una ovación de amor cuyo aroma corresponda al de mis despertares. Y si no huele a ti, entonces tú serás alguien más y yo habré de asumirlo como el tiempo me ha enseñado. Así sabré diferenciar una conquista de un verdadero amor.

13
¿Preso de qué si al frente de mí excede la libertad del lienzo? Tengo tanto que pensar, tanto que crear, tanto que suponer. Tengo, en vez de nada, tanto. Tengo luz y tengo aire. Tengo talento y tengo ganas. Tengo inspiración y tengo espacio. Y sin que tú lo sepas, también te tengo a ti. ¿Preso de qué si sé que me has observado a mis espaldas?

14
'¡Bienvenido a la vida!'; así versan las paredes tras mi llegada.
Nadie imaginaba que ya yo había decidido permanecer lejos de esta incomprensión, lejos de estos sentimientos que mi madre resguardaba al llorar.
Pues si hay alguien que sabe lo que ella tuvo que experimentar, soy yo.
Y oí cuidadosamente aquel día cuando me confesó lo que nunca me revelaría al llegar al mundo externo que me esperaba con alegría.
La escuché como nunca antes.
Prueba suficiente, debo decir, para temerle a cualquier obsequio que los externos pudieran darme.
Preferí retroceder y permanecer en mi lugar y no cruzar la frontera.
Preferí esperar aquí impaciente.
Y estoy agradecido porque ella consideró darme parte de su vida, pero la vida no está hecha para mí.
La vida es dolorosa y yo muy diferente para aceptarla.

15
Si volar fuera un truco fácil, mis intenciones no se expandieran tanto como mis alas; si respirar la pureza de tus cielos tuviera precio, habría renunciado a mi pobreza para conquistarlos; pero no es tan simple como dicen. Yo tampoco lo soy, y lo sé. Por eso te pido que antes de entrar, me dejes adivinar al menos cómo debería enfrentar el futuro que ya no será perfecto; antes de aceptar mi compañía, me permitas dudar de las anomalías y los estragos que imaginarte me provoca. Te pido mucho ahora a pesar de mí, porque sé que después de enamorarme, me quitarás eso y más; pero al menos será justo al final, los dos habremos sacrificado y perdido en la soledad; habremos recuperado y repartido en la unión también. Quiero ser capaz de reunir fuerzas y conocer lo malo antes de conocerte a ti para soportar las inocencias de nuestras diferencias cuando las ilusiones se cansen de nosotros y se marchen para enamorar otros corazones y mentes despavoridas. Si me dejas renunciar a lo que soy antes de aceptarte, podré ser tan tuyo como de nadie más. Y no te arrepentirás porque soy obediente. Si no me dejas correr en mi laberinto, no habrá nada que apreciar en la calma, más tiempo me llevará salir de ahí si me distraes en vez de esperarme con los brazos abiertos. Reconozco que nos hemos encontrado por casualidad antes de tiempo. Mucho antes. Seamos inteligentes y toma mi esencia, así me reconocerás cuando mi piel madure y mi voz adopte tonos que te aturdan los oídos. No me estaré alejando de ti; te buscaré así deba dejar de tomar atajos.

16
Cuando ya las probabilidades se volvieron un absurdo, el ángel regresó a su encuentro con Dios, desnudo de convicciones y encaminado a una sola salida. La mano que se escondía en la sombra de su ala negra cabalgaba en una espada afilada que ansiaba el contacto con cualquier pacto y poner a prueba su impacto letal. El brazo del ala blanca reposaba en su rodilla a la misma altura de la punta de sus cabellos.
Y de frente a los pies de su Dios, levantó la hoja de metal hasta arrancarse el ala que le interrumpía el paso a los reinos del cielo. Y cayó. El plateado de su sangre enlutó la superficie; se expandió el reflejo de su vitalidad hasta que alcanzó la calzadura de su rey.

17
Donde deposite mis emociones, quiero sembrar centinelas.
Donde coseche mis esperanzas, quiero que la magia dé frutos.
Donde parpadeen mis deseos, quiero observar verdades. 
Donde palpite la gracia de mi pecho, quiero que amanezcan corazones. 
Donde conspiren sonrisas de retoños, quiero vencer a mis temores. 
Donde tenga que perder la vida, quiero que tu vida mejore.
Donde sea que debamos reunirnos, haré que de mí te enamores. 

18
30 minutos 
Subestimé el valor del discurso cuando creí engañarlo; malinterpreté su mensajes por no decodificar su perfección; le saqué ventaja por 30 metros, ya me hacía victorioso, estaba a 30 pasos de burlarlo; 3 giros, 0 excusas y ya celebraba el triunfo. En el último segundo de mi advertencia se detuvo mi alrededor, 30 milímetros medía la sonrisa del verdugo y mi asombro me abofeteaba de bufón. Fue una bofetada por cada lágrima derramada. No conté las lágrimas, pero sí las 30 bofetadas. Mi cuerpo inmóvil, aún suspendido, escuchó con detenimiento lo que el tiempo decía: "30 minutos llevo por delante de ti y ni siquiera lo notaste en tu hambre de superioridad por suponerte controlador de tu creador." 30 minutos separaron un segundo de otro, una hora de otra, un día de otro. Incapaz de pronunciar palabras en un lapso eterno de 30 minutos, vi desaparecer el tiempo en frente de mí y cuando ya tuve posesión de mí otra vez, dependía de un bastón que me ha acompañado con fidelidad hasta hoy, lo que fue hace 30 minutos fue para muchos el ayer.

19
Y mientras la lluvia cae, 
Sigo cuestionando la cura. 
Hubo, recuerdo bien, 
Un día inhóspito al frente
Y coincidimos el horizonte plano 
Y yo. 
La lluvia se presume ahora, 
con su encanto,
Celosa de mi interés
Por lo que ocultan las gotas
El frío 
Y la neblina. 
Ahora sé que ella no me ama
Sino que me posee.
Ahora sé que es miedo 
Lo que la desespera, inconformidad de soledad,
E indispuesta a verme salir
De la prisión de su tormenta. 
Los giros eran antes 
Una atracción para mi maravilla
Pero ahora que pude mirar lejos
Comprendí el fenómeno 
Que me acribilla. 
Huracán egoísta,
El tiempo me premiará pronto
Y ni siquiera lástima sentiré
Al escapar de tu trastorno.
¡Y yo que me creía de ti!

20
Comparo el respiro con mis intentos de tenerte: a veces te atrapo el aroma y otras te deslizas hacia afuera por mis labios.

21
Si el sonido te retumba, no eres bienvenido a mi silencio. Aquí resistimos los que tienen algo que decir y lo callan.

22
No dejes pasar las noches ni intercambies las lunas por casualidades. Estudia su ciclo y recibe sus besos en el acto menguado del silencio.

23
Olvidarse del amor, suponer que se ha desvanecido. Perderse en la oscuridad y encontrar el camino marcado por su luz. El amor nunca está ausente. 

24
Nos veremos al frente
Donde la luz irradia fragancias,
Correremos bajo las lluvias de otoño
Y navegaremos sobre las hojas marchitas.
Volaré con el vaivén de tu vestido
Y nos atajaremos en un beso juvenil
Que nos reste la vergüenza
Y no la ingenuidad.
Me embriagaré de tu sonrisa
Cuando la neblina me cegue.
Me saciaré con tus lágrimas
Cuando la penumbra te envidie los sentimientos.
Te tomaré de la mano
Y seguiremos corriendo.
Te encontraré en la humedad del olvido
Para darle estímulo a tu memoria.
Así creceremos en las lejanías del bosque,
Para que tu afán corresponda al mío
Y nuestros cuerpos descansen en el río. 

25
Que los lugares mágicos se queden donde están, ahí resguardados, donde sólo puedan verlos quienes ven más allá de la realidad, quienes sientan recorrerles la piel las páginas de una novela que toma forma en frente de ti. Venezuela es mi lugar mágico, es la protagonista de muchas de mis sonrisas.

26
Te he encontrado
Tan lejos como te imaginaba,
Vestida de ti,
Elegante,
Sin aires que no adornen tus hebras. 
Te he encontrado
Tan entregada como esperaba,
Cuidadora de mí, 
Tajante, 
Sin quitarme nada por amarte. 
Te he encontrado
Tan perfecta como te conocí, 
Así de feliz,
Flamante, 
Sin ganas de seguir atada a lo que no perteneces. 
Te he encontrado
En medio de la nada,
Sin nada, 
Para mí. 

27
¿Hacia dónde vuelas, 
Ave de mis esperanzas? ¿Hacia dónde vuelas con tanta prisa? ¿Cuántos más anhelan tu silbido 
Como yo tenerte cerca de mi nido? ¿Hacia dónde huyes,
Ave de mi cielo? ¿Hacia dónde huyes 
Con desespero? ¿Quién te engaña con frutas secas
Y jaulas amplias con barrotes de marfil? ¿Hacia dónde emigras, 
Ave de mis sueños? ¿Hacia dónde emigras 
En este frío invierno? ¿Cuándo volveré a ver tu sombra
Salpicar en el agua 
Que me ahoga de noches Y enferma mis ganas?
¿Hacia dónde te vas,
Ave ligera, que empalideces? ¿Hacia dónde 
Si creí que volabas hacia mí?

28
Sí, he de ser molécula.
Compleja la vida,
La que me sonríe al pasar;
Grata la brisa
Que me bautiza adentro
Desde el pecado de ser
Hasta la virtud de perecer. 
Si he de ser errante,
Caminante del mundo
Exijo ser por condena; 
Visitar las ruinas del hombre,
Los secretos del pasado
Tallados en huesos, momias;
Los pasadizos desnivelados
De las mentiras con hábitos;
Y si me dedico 
O no me dedico,
Creo que igual no perjudico, 
A menos que ame 
Y no lo demuestre 
Sino lo dibuje 
Y lo camufle campestre,
Que diga yo añorar el valle
Aunque de hielo 
Esté moldeado mi origen. 
Pero aún siendo yo molécula
Y compleja la vida,
La miro pasar sonriente, 
Ignorante 
De lo me ha de pasar
Cuando su andar
Haya ya llegado al final.

29
Ella, la de ojos celestes y labios carmín, la que poco se peina y suspira al ver orquídeas; la que me acompaña descalza al riachuelo de mis memorias; ella, la que nunca se calla cuando estoy cerca; ella, la que yo hago sufrir, pero no me atrevo a dejar. 
La sigo viendo.

30
El hilo más fino resiste por más tiempo. De la misma forma resiste el cuerpo cuando se aprende a domar el interior; se aprende a vivir sin apartarse de las fantasías; se aprende a cerrar la puerta antes de que los huéspedes insistan en entrar; se aprende a juzgar, a jugar y a pretender, incluso a creer adivinar; se aprende a ser fugaz para que la estela de tu presencia no queme por tanto tiempo; se aprende a sostenerse de la infancia sin renunciar a la madurez. A lo que no aprende es a calmar el llanto ni a evitar la decepción; los atendemos como visitantes casuales y les miramos el rostro con sumo cuidado para no olvidarlos, no por emociones sino por salud, para estar al tanto de su próxima llegada. Y en fila ves a los que sí pueden pasar: los que duelen para siempre, porque naciste con manos débiles y tú quisieras entregarles galaxias que les quepan en la infinidad de su querer; están los que mejor sienten, y te hacen descubrir pasajes secretos dentro de tus propias paredes; están los que más sueñan, esos que viajan dentro de las imposibilidades para sonreír afirmando que todo se puede lograr; están los que creen de verdad, y te enseñan a aprender con el don de la sabiduría forjada con la experiencia y no las enciclopedias; están los que siempre me hacen falta, pero no me sacio de su presencia para no asesinar el gusto de tenerlos; están los que ya no están, pero me sostienen la vara del equilibrio para no caer en el río de plata de mi orgullo. Están todos adentro, tal y como los pienso, como los necesito. Los que no están, no son bienvenidos, son muy pesados para que el hilo de mi cordura los sostenga.

31
Se asoman las calmas porque atrás quedaron las tormentas. Este lienzo que se tiñe de verde me concede eras grises para que me sienta a gusto, cómodo y sujeto a lo inconcebible. Le sonrío despacio porque despacio llegó a mis manos, pero lo miro emocionado porque despertó más vida dentro de mí. 
La humedad de este frío, las gotas indiscretas y el mar de flores dan más vida al lienzo. Y yo que no me entretengo de otra manera, cojo el pincel más delicado y trazo pruebas entre su camino y el mío para no olvidarme de las calmas que ahora suplen las tormentas de mi pecho.


32
Fue como un río frío lo que me inundó;
Las falsas risas, lo que me enamoró.
¿A quién debo culpar si siempre fuiste igual?
Un saco de mentiras ahogándose en el mar. 
Puse en tus manos mi último respirar,
Puse en tu dedo un anillo de mi lagrimal.
Secaste cada gota de amor con papel
Sobre el que escribo cartas para sentirme bien,
Bien sin ti,
Bien por mí;
por despertar,
Por resurgir.

33
Eres del tipo de inocencia
Que se queda atrapada 
En la ilusión eterna 
De la niñez; 
Un sonido danzante 
Que imita la caída del agua
Y el torrente huracanado 
De mi respirar.
Eres de las pocas páginas
Que me impide culminar la historia,
Que me hace regresar 
Al desenlace centrado
En la realidad mejorada
De mi felicidad. 
Eres la promesa,
El terreno labrado 
Que debo regar,
La cosecha y el pan,
La arena y el mar.
Eres un secreto vulnerable
Que descubrí sin querer, 
Una apuesta irrompible
A quien amo y amaré.
I loved you, I love you, and I will love you.


34
Una aventura que exija planes limita tu imaginación; una que no exija nada, estropea tu corazón. Sé parte de tu equipaje, de lo que esperas y lo que guardas de ti. Sé tanto como quepas dentro de ti. Desplázate sin contar los pasos para que siempre empieces de cero, para que tu destino cambie de lugar, pero no tu entusiasmo. No te precipites, no huyas de las sombras por la noche cuando los lobos lloren; no corras contra el viento si las flechas te acechan; no te predispongas ni construyas muros que te encierren en el orgullo. Mejor sonríe y muestra tus imperfecciones, y el mundo se sentirá parte de ti. Toma de la mano a los guías que seduzcan tu andar, los que aparecen y duran tanto como estrellas fugaces. No te detengas en los rostros sino en los corazones que laten en el puño de las almas que te resguardan. Aliméntate del viento y verás que tu memoria se convertirá en un suvenir cuyo valor lo podrá pagar sólo alguien como tú. 

35
¿Cuántas veces has hablado con el futuro? Parecería una interrogante capciosa si la decoras con filosofías pesadas, pero es más simple de lo que piensas. El futuro es de los que se asombra cuando predice tus actos, pero te ocupas de otras disciplinas y te conviertes en una incertidumbre para él; se asombra más si le das un giro positivo a lo que él planteaba. Desde niños, el futuro te da directrices que moldean tus sueños: queremos ser alguien cuando seamos grandes; entonces somos grandes y nos olvidamos de si nos convertimos en lo que el futuro nos mostraba o lo que le mostrábamos al futuro. Y sin complejidades absurdas, viajamos en el tiempo, a esos días cuando queríamos ser lo que somos o lo que no debíamos ser, y damos gracias al futuro por acompañarnos durante nuestra inocencia, por hacer brillar nuestra fantasía, por involucrarse en un juego eterno que no descansa ni de noche ni de día.

36
¿Cuántas maravillas se habrían perdido si el ropero hubiera permanecido cerrado? ¿Dónde habría quedado la infancia eterna si Pan no hubiera presentado Nuncajamás a los niños perdidos? ¿Dónde flotarían las montañas de Pandora si el Amazonas no existiera? ¿Dónde? ¿Dónde fluiría el latir de mis incertidumbres si no me arriesgara a conservar espacios inexistentes en la poca imaginación de la humanidad? ¿Dónde quedaría yo si el único lugar que me hace feliz respira sólo en las mentiras de la ficción? ¿Dónde? No lo sé, pero sigo buscando entre los ramales que torturan mis expectativas; sigo buscando sin alejarme de las flores con aroma a esperanzas; sigo buscando bajo el vuelo de las mariposas que añoran sus sueños de orugas exasperantes. Y hasta que no consiga, sigo buscando.

37
Levanto mi hogar sobre las telas de seda boscosa que me mesen por las noches de tormenta, lo visto de muerte para ahuyentar a los vivos, no los que suspiran como yo, sino quienes llegan reclamando hasta el aire y lo demás que tampoco les pertenece. 
Habito en la calma de la penumbra durante la ausencia eclíptica que simula auroras sobre mis pestañas cuando cierro los ojos.
Camino sin cesar. Alejo el fuego de mi madera y le arrojo musgo de algodón a mis almohadas. Vivo en el centro del alma, donde las plantas silban a toda hora, donde la lluvia no me empapa sino me moja, donde las aves traen semillas para mi huerto y los caninos que me acechaban ya se han devuelto. 

38
En el orden de la vida, es muy poco lo que se respeta. Aunque sea mucho lo que se admire, siguen siendo escasas las palabras que replican cuando se desea. Se respira libertad en medio de la intranquilidad de la calma; se celebra el atardecer antes de que el sol anuncie su retirada. En el orden de la vida, abundan los más osados, los intimidados se esclavizan por sonrisas temporales; el cultivo de lamentos florece en el verano, cuando las necesidades descansan y las bienechurías se extinguen. 
En el orden de la vida, me llaman por mi apellido sin importar con cuánto esmero mi madre me hubiera bautizado. 
En el orden de la vida, la vida llegó segunda para que la muerte se sintiera vencedora.

39
Acepto la muerte como todo lo que la vida me ha obligado a aceptar, como he aceptado que después de cada amor, es necesario sufrir y luego sanar, y con las heridas cicatrizar. Acepto la muerte, pero con una condición: Que antes de que mi reloj detenga el andar de su aguja, la brisa choque contra mí, que me abra los poros del palpitar y, justo antes de que el impacto letal me arrope, mis fosas nasales se hayan cerrado, que hayan conservado los olores de la arena húmeda acariciada por la lluvia, el olor a pasto removido con el agua del río; cualquier olor que viaje a la velocidad de mi valentía para que el óxido de la sangre no sea el último recuerdo que me lleve a mi descanso.

40
Ilumina, farol de las madrugadas, los caminos de tu herencia.
Resplandece, luz del día, el verde que enaltece la belleza de tu esfuerzo. Compacta, brillo eterno, los deseos que perduran en la evidencia de una tradición que no espera morir. Levanten, cantos del ayer, a los caídos del miedo y a los confundidos de la actualidad. Abracen, familia de lo lejos, a los desamparados de estas tierras. Recorran, todos o ninguno, los pasillos de la verdad. Que nada quede a medias, que nada quede pendiendo de una hipótesis impredecible.

41
Más fugaz que una estrella corre el tiempo, 
menos preocupado, más certero, nunca impuntual. Aunque las naturalezas que nos separen no sean necesariamente adoptables, siempre habrá días y noches en los que lo contemple pasar apresurado en frente de mí. Me detengo y le sonrío para que él, diligente, se dé cuenta de que no es una excepción y también merece descansar. Bien, es cierto, que si el tiempo descansa, la humanidad corre el riesgo de desaparecer, no por falta de vida sino por incapacidad de retribuir energía a lo que energía nos entrega con cada segundo que pasa. La gente se sorprende con el flujo astral, yo, en cambio, prefiero verlo caer y conservar mis deseos para situaciones más importantes que una solicitud de amor. 
Una vez el tiempo se detuvo y casi volteó a verme. ¡No miento! Lo vi respirar mientras el aire desaparecía de mis pulmones, sonrió en una media luna que descubrió en su perfil la revuelta más extraordinaria en el universo. Pero no quiso cruzar miradas para que mi alma permaneciera intacta y mi imaginación madurara en un espacio donde ya parecía haber desaparecido. 
Muy en el fondo sé que no nos veremos jamás y que tampoco se atreverá a arrebartarle momentos vitales a mortales que no ven más allá de la carne. Pero está ahí, a merced de un capricho, a pasos de un Llévame contigo a la eternidad, a una excusa de mí. 
Por eso le dedico un espacio de lo que soy con cierta regularidad para que no se sienta solo en su cronos, que es sin duda, más compacto que el mío.


42
En el futuro quiero mirar atrás y extrañar los mejores momentos, nutrir mis charlas con anécdotas heróicas que me hagan sentir que el camino ha valido la pena; quiero sentarme frente a la luna y desear estar donde estoy ahora, pero feliz de estar donde me encuentre. Pero necesito que mi presente se gane mis añoranzas, que la oscuridad de mis alrededores sean motivos enfáticos que aumenten el resplandor de mis éxitos y no una caja de Pandora que reprima las esperanzas de un alma soñadora. 
Sé que es necesario mirar en la dirección correcta y ser agradecido aunque las incompatibilidades improvisen actos de desagrado en tu presencia; es necesario saber hacia dónde y a quién mirar, e incluso durante la sequía, mirar con agrado y sonreír porque cada gota de sudor es una segunda oportunidad que Dios te ofrece para que tu sed desaparezca. 
Trabajo para darle sentido a mi transitar y cuido de mis armas más poderosas, mis pies, para que nunca detengan su andar, porque aunque sin vista llegue a quedarme, al menos sabré hacia dónde caminar.


43
Te he buscado en tantos rincones, que hasta del mundo he perdido la simetría. Te busqué por como te describen las letras, por como te comportas en tu dimensión de elocuencias; quería encontrarte para no sentirme solo, pero te hallé herida en un costado y con arrugas de rabia hasta en las manos. No eras así dentro de la tinta, no tenías marcas de dolor en mis párrafos favoritos. Entonces, ¿qué te ocurrió? ¿Qué lector de ignorancia basta te dejó caer en las corrientes del olvido? ¿Por qué no gritaste antes de dañarte si yo pude haber saltado contigo? 
Yo creí que a tu autor también le interesabas, pero entiendo que no es así, que dentro de tus citas no había otra cosa que inclemencias por dejar de ser parte de esa historia que, por ficción, no deja que los árboles respiren. Pero ya estás aquí, entre mis manos, donde recuperarás el protagonismo que me amarró de tus lazos primaverales. Llegaste al lugar indicado, llegaste a mí. 


44
¿Con cuántos pasos contados se llega al otro lado del río? 
Ni siquiera el nado sincronizado se compara con este amorío,
El que no usa chapaletas,
El que más expande los pulmones, 
El que aprendí de Valentina 
A través de sus pasiones. 
Como venezolano de maíz y yuca,
De café con leche 
Y arepita dulce,
Decidí un día involucrarme
En esto que llamo río:
Una bitácora de aire puro,
La de pulmones húmedos
grandes como el Oricono, 
Un viaje como solo hay uno,
Es que como ella quedan muy pocos. 
Y no nombro otro amigos,
Porque conocí al del viaje, 
Ese viento templado que no recorre engranajes, 
Ese que choca contra tu piel
Al bajar el vidrio del auto 
En medio de una vía rústica,
Sea por cola o por pasaje. 
Me han llamado el sobrino de la Quintero
Porque saben cuánto me rejuvenecen los recorridos, 
Pero miren, chicos, ¡Qué sorpresa! ¡A qué tía he conocido!
Si en Venezuela algo me eriza la piel, 
Es el himno sonando desde el vacío, 
Pero después de haberme acercado a Valentina, 
La recuerdo y también sonrío;
Sonrío de ganas por mover más mis pies,
Sonrío de ganas por conocer más mi pueblo,
Sonrío de ganas porque quiero vivir, 
Por querer recorrer lo que más anhelo.
¡Qué regalo el que me ha dado Dios! 
Ni siquiera ella puede imaginarlo, 
Pero en eso consiste la admiración,
En sentir en grande y expresarlo.


45
Allá estás y allá nos reencontraremos, 
Nos miraremos un rato y después nos abrazaremos. 
Allá estás y desde aquí te sigo observando, 
No sé de qué lado estás, 
Pero sí, que me estás esperando. 
Allá estás, tú, mi consuelo. 
Allá estás, tan cerca del cielo. 
La luna te cuida, pero yo te amo. 
Te quiero conmigo, por siempre a mi lado. 
Allá envejeces, pero sin ti desvanezco. 
No pasan los años, sino los tormentos. 
Pero sé que me piensas, sé que me miras, 
porque tú puedes encontrarme
mientras me mires desde arriba. 
Allá descansas,
Aquí ya olvidé qué hago. 
No me dejes olvidarte,
No me dejes, que desmayo.


46
Escribo palabras en el viento, que organicen versos que retumben el invierno, que resuciten las hojas del otoño y se suspendan en una nube convertida en techo para que en tus días de sol, tu piel se mantenga fresca. Escribo palabras con mensajes ocultos para que al unirse descubras enigmas que los sordos de latidos jamás podrán conferirte. Escribo tu nombre en mis labios para besarte cuando mis huesos tiemblen de necesidad de ti, para que las letras no resbalen en vano cuando te pronuncie ni te llame desde la agonía de mi querer. Escribo hasta con los ojos cuando el mensaje es exclusivo y debe llegar a tus emociones. Escribo tanto como puedo. Escribo así porque sé que eres quien mejor aprendió a leerme. Escribo las incoherencias de mi agonía cuando sólo riman con la terquedad de tu compañía. Y sin ti no escribo, no soy diestro ni atrevido. No levanto las manos ni para despedirme de mi valentía. No escribo hasta que respiro y recuerdo que en el viento siguen vivas mis promesas y eres tú quien me nutre. Por eso escribo, por ti


47
Me dijiste una vez que si reposaba en ti, mi cuerpo se elevaría por la nubes; me hablaste de una tierra perfecta, donde las hadas dan brillo a las plantas y la fantasía celebra con las estrellas; me dijiste que si el agua corría cristalina, los manantiales derrocharían rubíes purificados y esmeraldas con aromas primaverales. Yo te creí cuantos símiles describiste, no por ingenuidad, sino porque, sin darte cuenta, sin habértelo pedido, agregaste a mi mapa un territorio sin ínfulas de extranjerías, sin fronteras ni barreras de separación; te creí porque me hablaste del mundo del cual fui separado al nacer, el que satura mi memoria con angustia por volver. Porque no es un sueño ni un deseo que mi agonía reclama suyo sino un pasado que me arrebataron cuando me encontraba desnudo de armas. Y tú llegaste sin invitación para confirmar que mi mundo no es ficción, que me espera, que me extraña, que me envía mensajes refugiados en corazones nobles como el tuyo. 
Me dijiste una vez que no atara tu amistad a mis aventuras para que no me hiciera daño la ausencia durante el llamado de tu mundo, que, ahora entiendo, no es el mío.


48
Cuido la entrada de mis tesoros con valentía; niego el acceso con caballería. Protejo el alimento del alma desvalida que deambula las penumbras de una penitencia injusta, que no conseguirá otra mesa reconfortante que la palma de mis manos tendida en su pecho. Cuido la entrada de mis tesoros, cortés y precavido; no le sonrío a los peregrinos sino al desafío y sus sacros amoríos. Detrás de mí reposan las barras de acero, sin candados ni llaves de hoja fina, están abiertas por si en el descuido se entromete alguien que me robe flores del Edén, las más hermosas las que no llevan espinas. Pero primero estoy yo, 
Adherido a mi propósito, erguido escuálido sin altivez, esperando por ti para entrar de una vez.


49
Un día abriré mi pecho de par en par y la honestidad volará con el viento, danzará con las proezas de un aventurero que se ha perdido en las raíces de una Amazonas ensordecedora; saldrá de mí la plenitud hecha alegría y se encontrará con su par en la orilla de un mar sereno custodiado por gaviotas centinelas de atardeceres violetas. Mis latidos profesarán versos de entre besos con aroma a montañas y ya tus ojos no desbordarán cataratas de dolor sino que emanarán de tus poros manantiales de ternura que mantendrán nuestro abrazo húmedo como las nubes que nos mojan en el hastío perenne de este amor que te juré hasta la muerte.
Mi amor será tan evidente como la belleza de la luna, como la luz del sol.

50
Llegué a la cita, a nuestro encuentro. Para ser honesto, habría preferido permanecer en la búsqueda y suponer que al final encontraría la perfección. Pero el cansancio me hizo sucumbir, y aquí estoy, entregando mis últimos suspiros de fantasía porque he decidido crecer; tuve suficiente irrealidades y compromisos con la nada, ahora quiero aceptar el destino de lo palpable y estar consciente antes de pecar, más bien porque es mi tarea, no tanto mi propósito. Mi propósito fuiste tú, la encomienda más compleja cuyas sombras todavía recorren mis pasos bajo la luna llena. No salí victorioso, pero sí complacido. Y todo gracias a ti. 
De esta manera inicio el recorrido de lo ajeno, me alejo para involucrarme en la monotonía de lo absurdo, de lo incoloro, de lo alcanzable, allá donde dormir y morir son sinónimos de inservible y donde ningún nombre como el tuyo me hará vivir del pasado. 


51
Volver al pasado, 
Donde las luces me encandilan el futuro; 
Un lugar repleto de nortes, 
De atisbos y de orgullo. 
Volver al pasado para admirar el avance, mirar de cerca cuánto has crecido; volver al inicio de un plan perfecto, de un sentimiento que aún es tuyo. 
Volver y darte cuenta de que ahora 
No es lo mismo que el entonces. 
Entonces haces el más grande alto para desprender los broches;
Las camisas te han quedado grandes, las compañías producen menos bienes, las intenciones se han vuelto aburridas; algo que ahora no conviene. 
Volver al pasado a contar estrellas y calcular el promedio de las atrapadas; mirar de más cerca la luna al ritmo de una lambada. Porque la luna es luna, así suenen corintios o los tambores; y las estrellas se van multiplicando más rápido que los amores. 
Volver al pasado, un recuerdo que viene más adelante, cuando el triunfo te entrega la factura, pero algo queda faltante. 
Tomas la decisión difícil, si volver o regresar, si darle paso a lo físico o a lo sentimental. Volver a donde perteneces también te obliga a caminar; volver no implica regresarse sino menos cuestionar. 
Volver a dónde, que no sea urgente. Volver a dónde, que no sea afán. 
Volver a ti, casa de luces, si sólo hallo oscuridad. 
Casa de luces, de techo plano, de nubes ácidas y cristal, con rayos lúgubres de pesadumbre que me impiden despegar.


52
-"¿Y qué le ocurrirá cuando ya no estemos?"  
-"Siempre vamos a estar como ella para nosotros. Creceremos y ella entregará su inmensidad a cambio de un espacio donde siga haciéndonos compañía; renunciará a su brillo para resguardarnos; entonces explotará de llanto cuando nuestros cuerpos caigan ante sus ojos".
-"¿Pero por qué nos ha elegido y no a otros?"
-“Porque los corazones que hablan no perecen en la incertidumbre de una decisión apresurada. Ella te conoce y me conoció a mí antes. Nos estuvo esperando por milenios para habitarla desde aquí".
-"No tiene sentido si al final explotará de llanto".
-"Y luego nos superará con emociones superfluas, querido hermano. Se convertirá en una amante desenfrenada de la humanidad ordinaria, se convertirá en una mártir del amor, quien conciba hijos bastardos a cambio de un verso envenenado de lástima".
-"¿Cómo sabes eso?"
-"Ya he tenido su amor antes. Ya la he visto sin maquillajes ni alma que la consuele. La he visto desaparecer por las noches y reaparecer por las tardes, disfrazada de señora donde nadie la mira con respeto. La he visto resurgir del mar de insultos que hoy lanza olas de envidia contra las rocas del olvido. Y yo no olvido, querido hermano".
-"Entonces es cierto que partiré antes que tú".
-"Tal y como se ha escrito en nuestros destinos. No tienes la fuerza suficiente para verme partir. Pero yo sí, que he visto a la humanidad partirse a sí misma, que he visto a esta luna salirse de su ciclo, que he venido del sol.
-"Después de esto, ¿crees que nos recordará?"
-"Y se lamentará por siempre, querido hermano. Los recuerdos de los partidos no traen buenos sentimientos al corazón".


53
Me puedo hacer la misma pregunta infinidad de veces, no importa el grado de relevancia ni el impacto que la respuesta genere en mi vida sino el ritmo que sus sílabas, en un conjunto de satisfacciones, le genere a mi estado de éxtasis. 
Una pregunta repetida puede llevarme a tantos lugares al mismo tiempo y refrescarme hasta la agudeza del sentido más somnoliento de mis talentos; puede robarme la picardía de lo que mis insinuaciones humanas me relatan durante la calma de un anhelo archivado en las membranas de los rencores y resignación que me separan de esta realidad. Un pregunta repetida es un ejercicio constante de la memoria; es como leer un mismo libro una y otra vez sin decidirte si en verdad te gusta tanto, por ejemplo. 
Repito la pregunta al mismo tiempo que respiro, ¡y vale la pena! 
Me puedo decir mentiras para generar una convulsión ética de lo que digo y lo que pienso, pero no dejar de hacerme la misma pregunta.


54
Toda vida antecede a otra por protección y necesidad de apego, luego se encuentran por una fracción de tiempo, un permiso alterable que palpita con la puesta del sol que las une en el horizonte basto de un beso. La parada no es más que una estadía prodigiosa y predicha, advertida, de hecho, que rebota en emociones y melodías naturales que definimos con bisílabos sin sentidos, pero cargados de coherencias del alma. 
La partida es igualmente anticipada, y no duele por atroz sino por sutil, porque crea figuras de elogios al ver dos cuerpos tan unidos. Y cuando duele es cuando revivo, porque se reactiva mi instinto y el tuyo pasa de largo a formarse como extracto de una vida que sucederá a la mía.
Y viajaremos por siempre, para reencontrarnos y despedirnos alrededor de la eternidad, distanciados, pero juntos. Seguiremos viajando tomados de nuestros sentimientos al ritmo de lo que nos prometimos, enseñándole, no al mundo, sino a los que deben aprender, porque donde ya no hay sol, reina la noche, y para ver en espesura de la oscuridad, hay que saber usar la luz de las promesas que nunca sucumben.


55
Si me recojo en una abrazo solitario, no es para que la ventana me sople líneas de frío por la noche sino para cobijar la infantil inquietud de un corazón expectante. Permanezco inerte mientras el sonido viaja a la velocidad de los amantes, mientras las estrellas cortejan los crustáceos más afortunados a la orilla del mar, mientras quedan atrapadas en mis sábanas las impurezas del exterior; resguardo dócil la parte más viva en mí, a la que renunciaste para que yo siguiera. Y todavía te prefiero a ti, concisa de exigencias mínimas y hambre de pecho. Hambre de nosotros. Acomodándote imaginaria entre mis codos, te veo al apagar las luces de los normales, y atento a lo que dice mi almohada, sonrío de amor antes de caer dormido.


56
Si dentro de mi silueta cabe algo más, 
Quisiera yo que fuera la tuya,
Aunque sin nombre
O nacionalidad alguna,
Me conformaría con un despertar 
Donde la noche se derrita por la mañana
Y vez de ver las aves volar
Ver tu rostro a mi lado 
Y escuchar de tu pecho el palpitar. 
Pero es que dentro de mi silueta queda un solo sentido centinela, 
Una quimera asfixiante que he llamado condena 
Para no dejarme abrumar por la soledad,
Que no es más que un grupo de rostros cualquiera,
Sonidos afables de un mundo extraño, 
Elogios fortuitos de mis agallas 
Pidiendo a gritos honestidad. 
Que me bañe la luz de esta agonía,
Nadie sabe como tú lo que es habitar mi mundo, 
Aquí no hacen falta espejos que me atraviesen los ojos 
Porque lo evidente hasta me causa enojos;
No hacen falta notas ensayadas del piano 
Sino es el calor de tus delicadas manos 
Abrigándome desde cuello.
Sé que suena a un deseo en vano,
Pero nada es en vano desde este vacío oculto, 
Nada es en vano desde esta calma perpetua, 
Nada es en vano cuando se sobrevive
A una doble vida como la nuestra. 
Y por más que me pierda en los vuelos de mi osadía
Siempre añoro el descanso en tierras de aguas doradas, 
Para contemplar al menos una soledad distinta 
A la que provocó el éxodo de mis ganas.
57
¿A qué huele la vida? Sería arriesgado resumirlo en un algo preciso, pero al cerrar los ojos, el aroma es más fresco. La vida es fresca como las ganas de vivir, como el temor a no poder abrir los ojos una última vez. Como un abrazo de una idea jovial que perdura y perdura, así corre la vida a través de nuestros inventos y nuestra evolución. Cierro los ojos cuando necesito de ella, cuando ya he perdido las alternativas de batallar, porque si alguien conoce de eternidades es ella, la que me sonrió cuando lloré por vez primera; en el transcurso de este respiro que sostengo por segundos entre los labios, olvido meditar o reflexionar o emitir opiniones, sino que la seduzco con la esperanza de obtener un indicio de mi despedida. Así supera mis expectativas con una ligera amenaza al reducir mi ritmo cardíaco y los pulmones me reclaman el aire que sigo atrapando entre los dientes y la lengua. Eso importa poco cuando la acaricio con los ojos cerrados, porque la vivo más y mejor.


58
¿A qué sabe un llanto si no conoces la sonrisa? 
Sabe a mar sin sal, a tempestad sin brisa; sabe a ilusiones de prisas, a invasiones absurdas; sabe a lo que tú no sabes y a lo que yo ignoro si te ocultas. 
Quien más ha llorado, más anhela sonreír desde la cima, no de la victoria ficticia sino de la sensación que no rima, desde un espacio amoblado con comodidades del techo que rebotan en la cabeza, y ni dan dolor ni dan despecho.
¿Pero a qué sabe un llanto sin sonrisa? 
Sabe a lo que sabe la destrucción, a lo que la nutrición del alma recita; sabe a una tragedia comedida, a una paz que no necesitas. 
Y es que si se llora es porque antes has sonreído, y si es que no lo has hecho, no hay lágrima que te resbale las mejillas. Y lo que hace de este tránsito un llanto ensordecedor, es una sonrisa genuina que no refleja compromisos sino causalidades que se encuentran en el tiempo y congelan los pasos, pero no las estadías. 


59
Los lapsos de desahogos literarios llegan a prolongarse tanto como el paso de los cometas y a durar tan poco como el desarrollo racional de lo incólume que nos vuelve humanos. Pero a fin de cuenta, los lapsos son también descansos de lo innecesario, y como toda arte, la de escribir también necesita rasgarte desde dentro lo que más pretendes proteger. Y si juegas a hacer arte, te arriesgas a perder el pudor de la intimidad en el más mínimo desliz de rebeldía emocional que pueda despertarse en tus revueltas clandestinas por creer, producir y ejercer. 
Mis lapsos son largos, casi siempre oscuros y metódicos, con poca sensibilidad en la conciencia y extrema expresión en el tacto. Mi concepción de lo real ni siquiera se ve, por eso soy estímulo del conflicto cognitivo de lo que supongo ajeno e inerte, póstumo e incompatible; no se trata de una simple decisión tomada sino de un agravio moral que debí experimentar antes de adoptar. De la misma forma que se adoptan las formas de amar, se adoptan las de demostrar y explicar el vacío que dejan las entregas no consultadas. Hasta que nos encontramos por casualidad en la sala del oscuro infinito que nos vuelve íntimos, el espacio sideral más incomprendido y transitado de todos: la reflexión. Ahí discutimos y nos revolcamos entre las culpas sin que nadie más sepa que son nuestras, para que no nos descubran en el acto deshonroso de aceptar que hemos reconocido la verdad, pero preferimos maquillarla de una fantasía más ilógica que la magia. 
Cuando el lapso acaba, acaba nuestro viaje vertiginoso, aterrizamos en la tierra firme de la madurez y salimos a combatir el mal de lo común, el pesimismo de nuestros miedos, el embarazo de nuestra cobardía. 

60
Hacia donde apunten las luces caminaré y respiraré el furor que arrastran las cenizas del ocaso. Me levantaré en señal de obediencia y seguiré el sendero dibujado por la ficción de mis instintos; me cubriré los ojos cuando las espinas se precipiten y me arañen los pies en las eras boscosas del descuido; me cubriré los ojos para no ver que no veo. No habrá distracciones tentadoras, no habrá nombres atrayentes, no habrá espejismos que eclipsen el propósito de mi estadía, que nunca juró ser permanente sino un descanso de recuperación de energía. Y hasta que no fuera evidente mi partida, no dejaría yo las sombras que se hacen llamar árboles nutrientes. 
Me mantengo en júbilo bajo la luz ferviente de un éxito incólume, discreto y sereno, rechazando apostasías ocultistas, fingidas, de brillo artificial que no se comparan con las únicas luces que sobre mí siguen resplandeciendo. 
Hacia donde apunten las luces caminaré y respiraré con honra y gracia, con esmero y esperanza; caminaré confiado porque mis ojos reposan en la verdad de lo evidente y no en las melodías de lo supuesto. 
Hacia donde apunten las luces habrá riesgos de ser encontrado, sí. Lo inminente no debe prolongarse más de lo adecuado.


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He escrito durante varias vidas un testimonio idílico, un pasaje complejo para las almas de pocas percepciones y al mismo tiempo sencillo para ojos maravillados como los míos. Las he escrito con el entusiasmo de quien se aproxima al futuro antes de que la sorpresa se arruine por la curiosidad, meticuloso y caprichoso por cada palabra y anécdota descrita. Pero mi euforia me hizo una mala jugada, y en el tumulto de mis páginas húmedas acumulé un tintero ennegrecido que me tiñó los días de lamento y las esperanzas de burlas. Pude salvar una pequeña porción de este presente latente que ahora confunde lo que me haya robusto y aparatoso, inverosímil y de poca gracia; confunde lo obligado de una conducta con el furor de una emoción cualquiera. 
Y como ahora no me precipito al futuro, me arrimo a la única luz de mi interior, la que me dice que no hay voz más enternecedora que la de mi convicción y que el daño irremediable de mi error podrá traducirse en una lección armónica en mis años de sabio. Acobijado de ella me doy cuenta de la inflexión de este vacío, noto la inclinación de este espacio baldío y empiezo a encontrarme en un cuerpo diferente, en un complemento que dará vida a otra vida y a otros libros.