R. M. Millán

martes, 26 de abril de 2016

Camino a casa

Me detuve en medio de la noche y me vi rodeado de ladrillos, bombillos a media luz, zapatos que luchaban por desatarse del cable de electricidad de los vecinos y el típico aroma a infección de las metrópolis. Algunos metros a mi derecha el raso oxidado, corroído, estropeado por las innumerables capas de spray me descubría el perfil, a mi izquierda me arropaba de incógnito la oscuridad. Y mi única compañía, firme e indispuesta a desobedecerme, pálida desde mis pies y fugaz ante la ausencia de luz, controlada en el sosiego involuntario que le producían las sirenas esporádicas y los ecos de los ladridos de la mendicidad, insatisfecha, pero fiel a mi presencia, ella, me miraba desde un lado sin aire ni pulmones. Como no había neón, nada titilaba, los watts consumían armoniosos las ilegalidades del callejón, las tejas drenaban cualquier sustancia nociva que se acumulara desde los techos hasta el contenedor monárquico de los felinos pretenciosos. No sabía cuál era el frente, pero ya estático, lo único aparentemente en movimiento maquinaba dentro de mí. Debía continuar, lo sabía, ¿pero cuántas veces tienes la oportunidad de retar a la muerte en un combate de a dos y salir victorioso? Por lo menos tres cuadras faltaban para llegar a casa, allá donde mi madre me esperaba con prudencia asomada en la cortina que hacía transparencia con la avenida principal, una avenida larga; desde la distancia, cuando me veía, yo sé que ella empezaba a hablar más con Dios.

No había más nada que admirar en la inseguridad de las calles de mi ciudad. Ni los delincuentes merodeaban el gueto, la jerga más incomprensible fue la de un auto a mucha prisa que ni de chiste se hubiera atrevido a ofrecerme la cola. La noche había sedado al mundo menos a mí… ni a mi madre, por su puesto. Giré unos grados a la derecha y le hice señas a mi sombra para que supiera que ya no debía seguir preocupada. Salí de la ciudad y entré a la seguridad de mi barrio cuando la luz en la entrada de mi casa convulsionó de calma.  


A los 26 días de abril. 2016.

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