R. M. Millán

domingo, 7 de julio de 2013

Desde tu puerta

A veces despierto y sigues dormida
Y descubro en tus pupilas
La utopía que me enamora,
Ese no sé qué explicable que no doy a conocer.
Te observo y juego con tus cejas,
Pero no me atrevo a tocarte.
Tus pestañas son pasto que al caerse
Adornan las praderas de tus mejillas
Allí arriba, esos, tus pómulos.
No te mueves.
Sigues quieta, tan ligera.
Tu cabello se resbala
Y marca un camino infinito que se pierde entre las sábanas
Me enseñan tu cuello y la perfección de tu seno.
¡Sí! ciertamente eres bella,
Eres tan hermosa
Y tan lejana a ese par de filántropos que te dieron vida,
Que me dieron vida.
¡No! ¡No abras tus ojos!
¡Sigue dormida!
No abras tus ojos que al verte me miro
Y al mirarme vuelvo a la realidad.
A una realidad fañosa que me prohíbe verte,
Mirarte, observarte.
Que me obliga a ser el otro que conoces
Y no el yo que quiero mostrarte.
¡Tranquila! Sigue dormida,
Mi hermano aún no regresa.
Ni siquiera he llegado a tus labios…

Tan deseosos como la fresa.

No hay comentarios: