R. M. Millán

domingo, 7 de julio de 2013

Desde tu puerta

A veces despierto y sigues dormida
Y descubro en tus pupilas
La utopía que me enamora,
Ese no sé qué explicable que no doy a conocer.
Te observo y juego con tus cejas,
Pero no me atrevo a tocarte.
Tus pestañas son pasto que al caerse
Adornan las praderas de tus mejillas
Allí arriba, esos, tus pómulos.
No te mueves.
Sigues quieta, tan ligera.
Tu cabello se resbala
Y marca un camino infinito que se pierde entre las sábanas
Me enseñan tu cuello y la perfección de tu seno.
¡Sí! ciertamente eres bella,
Eres tan hermosa
Y tan lejana a ese par de filántropos que te dieron vida,
Que me dieron vida.
¡No! ¡No abras tus ojos!
¡Sigue dormida!
No abras tus ojos que al verte me miro
Y al mirarme vuelvo a la realidad.
A una realidad fañosa que me prohíbe verte,
Mirarte, observarte.
Que me obliga a ser el otro que conoces
Y no el yo que quiero mostrarte.
¡Tranquila! Sigue dormida,
Mi hermano aún no regresa.
Ni siquiera he llegado a tus labios…

Tan deseosos como la fresa.

Recordando...

Recordando me di cuenta de que siendo joven recordaba poco haber sido niño,
que siendo joven sufrí la condena de enfrentar el peligro sin armas para defenderme,
que un puberto vive las atrocidades que la madre evita
que la inexperiencia me malconducía
que fui un inocente que rió,
que aprendió que las lágrimas no son sal,
que la sal, en cambio, te hace bien y mal,
que había afuera un mundo más pequeño,
que los amigos crecían con sus metas,
que los adioses chocaban contra mi ventana,
que las luces se encendían sin oscuridad,
que la división no era matemática,
que la mentira fue mi mejor acompañante,
que yo dejé de ser yo para engañarme y engañar a mi alrededor,
que cada vez que sonreía me sentía triunfante y creía que el mundo tenía sentido,
que las arrecheras constituían decepciones de por vida,
que madurar era hablar con adultos de tabús que mis pares se negaban a preguntar,
que una relación amorosa constaba de más de dos;
que me enfermé, que me curé, que me caí y me levanté;
que fui de alguien y también de nadie, que tuve mucho y que fui un cobarde,
que entrené con entrega para un torneo imaginario y
que creaba en mi mente miles de cuestionarios…
…recordando me di cuenta de que antes tenía una vida y
que ahora solo tengo edad para recordarla.

Un adiós a El Adiós

Un Adiós
Que marca la meta de una competencia amistosa
Y
Que al avanzar cada centímetro a su frente, la rivalidad le dio forma de riña
Y
Enemistad,
Se erige hacia un público satisfecho
Y
Que no pierde la oportunidad para celebrar la victoria de un correo
Que no recibió ni la medalla ni el trofeo, sino la recompensa
Que bañada de experiencia, chocaba con el impacto provocado por la intriga de
Quienes vinieron al enfrentamiento, esperando ganarle al mejor postor;

El adiós
Que marca la lucha de un desafío 
Que consistía en goce
Y
Que se regocijó en cambio, de vergüenza;

Un Adiós
Que marca el final de lo que aparentaba ser un ciclo, pero
Que era una pendiente descendiendo a un mar seco, bañado de espinas mordidas
Y
Escamas escupidas por los piratas insensibles
Que cubren su ojo derecho para excusar sus errores
Y
Tener la libertad de conquistar el temor a través del dolor;

El adiós
Que ahora voltea al inicio
Y
Ve su propia espalda
Y
Que por miedo a emitir sus críticas dañinas, suelta en cambio lágrimas de decepción
Que van contando verdades repetitivas
Que suenan a melodías bailables para los oídos, pero
Que el luto de los pies cansados no se atreve a celebrar;

Un Adiós
Que saluda para dejar una marca de dolor a propósito
Porque de tanto desprecio se atreve a recordar las faltas del uno
Y
Del otro;

El adiós
Que ahora observa a un Adiós
Que siempre había creído mentira
Y
Que la ironía de un tiempo incierto le regaló El adiós

Que un Adiós siempre quiso ofrecer.