R. M. Millán

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Cuento


¡Silencio! 

Ahora que por fin dejaron de hablar, aclaro que soy huérfano e inmortal, aburrido del mundo y su necesidad por acreditarse orígenes al azar. ¡Me han bautizado de tantas formas, que he llegado a dudar de mí mismo! Me moldean caprichosamente, me halan del pelo -si es que alguna vez tuve- para pavonearse de haberme como modelo entre cuadros y líneas. 

La verdad es que soy huérfano e inmortal, tan antiguo como para revelar cuán hijo era Cristo de su Dios. Si soy hijo del mío, entonces eso no nos convierte en hermanos... Quizá primos lejanos. Pero, conmigo eso no ha menester. Ya quisiera yo que el mundo me respetara de la misma forma, pero me creen tan suyo, que ni siquiera consideran mi antigüedad. ¡Sin mí no hubiera humanidad! Deberían llamarme su dios, mi omnipresencia me caracteriza; así afirmen conocerme, son calumnias y nada más... 

Espero no incomodarlos con mi precisión, pues, soy de los que no divagan entre adjetivos impuros ni planta banderas divisorias. En cuanto a ustedes, ¡llámenme por mi nombre y no se mofen de apellidar partos de ficción!

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